_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Vamos a contar mentiras

Los caminos del Señor son insondables. Mientras en las fiestas de Ordes más de 10.000 horteras, dicho sea con un punto de envidia, comprobaban la autenticidad de Boney M. y seguían preguntándose 30 años más tarde lo de qué será lo que tiene el negro, no lejos de los ríos de Babilonia, en el Concello de Vimianzo, el Colegio Oficial de Médicos deducía que el doctor Xoan Ramón Fernández Garrido tenía que pasar por la facultad para acabar sus estudios de Medicina. Tiempo tuvo el colegio coruñés, digo yo, para llegar a semejante conclusión y si ha tardado 22 años en verificar la autenticidad del facultativo, puede que haya por ahí muchos más casos, que yo recuerde a botepronto un prestigioso (porque esta gente "que se hace pasar por" lo suele hacer bastante mejor que "si fuera tal") ginecólogo en Donostia. Los vecinos de Vimianzo han respondido con manifestaciones de apoyo a Fernández, que ha dejado muy buenas prácticas y recuerdos entre el vecindario y que suponemos que tendrá que acabar las asignaturas pendientes a la sombra, si el juez de Corcubión así lo prescribe. En cualquier caso, este afamado doctor ibuprofeno lejos de sembrar la alarma entre los clientes ha conseguido una merecida fama, simpatía sin límites y pronto suponemos volverá a las andadas con la anatomía aprobada.

Me da pena el castigo al 'doctor Vimianzo' mientras otros usurpadores campan por sus fueros a gustito

Cuando yo era estudiante en la Facultad de Periodismo de la Complutense de Madrid, estaba de moda un polémica sobre el acceso a esta profesión de muchos arribistas sin escrúpulos. Incluso hoy algunos colegas mantienen que para escribir en los papeles hay que tener estudios en la materia, pero la verdad que he visto con el paso de los años es que una gran mayoría que se dedica a esto han estudiado arquitectura, medicina, derecho o cualquier disciplina humanística caída en desuso o simplemente no han estudiado, lo que no les niega un talento indudable. Es más, en España se ha cumplido a la perfección una profecía del editor francés Gallimard: "Si quieres ser escritor famoso hazte primero presentador de televisión". Las ventajas de presentar el fútbol y tener unos bonitos ojos verdes o presentar el telediario y enamorar a todo un Príncipe saltan a la vista. Aunque en este terreno de la prensa la gente suele ser muy tolerante, tanto que a veces no se distingue al columnista del frutero o del predicador, no lo es con el dentista, el abogado, el arquitecto, o por supuesto el médico de cabecera. Si tiene cuatro títulos mejor que uno. Lo que nos lleva a otra triste conclusión: somos una profesión, los periodistas, que se dedica, en parte, a contar mentiras.

El arte de contar mentiras goza de gran popularidad en el reino a tenor de la última hoguera estival lanzada desde Marbella, capital de muchas mentiras y clínicas de adelgazamiento, por Dolores de Cospedal, una señora que se me hizo muy respetable hasta la fecha pero que dijo algo así como que estábamos en un Estado policial dónde se perseguía con saña a la gente de su partido, lo que nuestro paisano Mariano ha dado en llamar "Inquisición del siglo XXI". La última vez que oímos hablar de un Estado policial todavía Franco pescaba salmones en el Ulla, por lo que la acusación parece muy fuerte, aunque estamos seguros que, a la vuelta del curso parlamentario, se habrá olvidado como tantas otras cosas que se dicen y que se las lleva el viento.

Total que nos estamos acostumbrado a sembrar dudas sobre las apariencias de una forma desaforada y el lanzamiento de globos sonda entre los políticos es más habitual que entre los meteorólogos. Pese a todo a nadie suele importarle en demasía que los suyos mientan y, es más,los Berlusconi de la vida gozan de una salud de hierro en estos tiempos en los que el Vaticano se molesta en responder a Almodóvar, pero se calla ante la inmoralidad de sus propios vecinos de República.

Nos metemos como ven en un pantano moral en el que chapotean a gusto cocodrilos de renovada dentadura. Estos grandes saurios suelen camuflarse bien entre el lodo y casi nadie sabe cuándo darán un buen bocado. De Bernard Madoff nadie sospechó hasta que su delirante pirámide financiera le cayó encima. Qué decir de nuestros impagables Marios Condes que vuelven a los programas del corazón. No puedo ser más que un menonita retrógrado en este campo. Aunque así las cosas casi me da pena que el doctor Vimianzo tenga un castigo por usurpador mientras todos los demás campan por sus fueros a gustito dentro de sus trajes cortados a la medida.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_