El hijo mayor de la mujer asesinada junto a su bebé confiesa los crímenes
El detenido dejó de tomar las medicinas para la enfermedad mental que sufre
La policía ha dado por cerrada la investigación del doble crimen descubierto la tarde del martes en un piso de la calle de Luis Mitjans (Retiro). Las víctimas fueron Estela Espinosa Ruiz, de 45 años, y su hijo Miguel Ángel Montserrat Espinosa, de seis meses. Dos agentes que custodiaban la vivienda donde se produjo el crimen, incendiada horas después, detuvieron en la noche del martes al hijo mayor de la mujer asesinada, nacido de otra relación, cuando se acercó al domicilio. Se trata de Gabriel G. E., de 22 años, quien se ha confesado autor del doble crimen, según un portavoz de la Jefatura Superior de Policía de Madrid.
El detenido carece de antecedentes y todo indica que sufre esquizofrenia. Recientemente había dejado de tomar la medicación, lo que le pudo provocar un brote de la dolencia que desembocó en el crimen con el que acabó con las vidas de su madre y de su hermano.
El doble crimen ocurrió en una vivienda del número 10 de la calle de Luis Mitjans. Sobre las cuatro de la tarde del martes, un comunicante anónimo alertó de que se estaba produciendo un incendio en la segunda planta. Cuando acudieron los bomberos a sofocar las llamas, se toparon con dos cadáveres en la cocina. La madre y el bebé habían muerto de forma violenta horas antes de que se produjera el incendio.
Los agentes de la Sección de Homicidios comenzaron a investigar el doble crimen. Interrogaron en un primer momento al novio de la mujer y padre del bebé. El hombre, llamado Antonio, quedó en libertad tras declarar ante la Brigada Provincial de Policía Judicial. De hecho, fue él quien dio las claves de lo que acababa de ocurrir en el piso, según fuentes de la investigación. Había que buscar a Gabriel G. E., que llevaba todo el día desaparecido de la vivienda familiar.
Y hubo suerte. Los agentes de la Policía Científica ordenaron que se quedara un coche patrulla durante toda la noche en la puerta del domicilio. La inspección ocular para recoger pruebas y vestigios no había concluido y sus trabajos tenían que continuar a la mañana siguiente. Los dos policías que custodiaban la vivienda vieron a Gabriel G. E. cuando regresaba a la casa y lo detuvieron. Lo llevaron de inmediato a la brigada. Allí se confesó culpable de las dos muertes y explicó cómo había actuado.El presunto homicida mató supuestamente a su madre y a su hermano por "odio". Así lo confesó en su declaración a los agentes de Homicidios, a los que detalló su actuación del martes. Sus explicaciones cuadraban con las pruebas conseguidas en la vivienda y con lo dicho por los testigos.
Gabriel relató que se había levantado alrededor de las 7.30. Se dirigió hacia su madre y empezó a golpearla en la cabeza con una especie de martillo de zapatero o hachuela -esta herramienta apareció junto al cadáver de la mujer-. Le asestó cuatro o cinco golpes en un parietal y entre ocho y doce en el otro. "Hubo mucho ensañamiento", aseguraron fuentes judiciales. La muerte de la mujer debió de ser muy rápida, dada la gravedad de las lesiones que presentaba. El crimen ocurrió en el cuarto de baño.
El hombre después se fue hacia su hermano. Lo sacó de la cuna y se lo llevó hacia una pequeña bañera, donde lo ahogó en el agua. El bebé murió en menos de un minuto, según fuentes de la investigación.
Gabriel trasladó los dos cadáveres a la cocina y los cubrió con un plástico. Para intentar borrar las huellas del crimen, abrió la espita del gas y dejó que el combustible empezara a salir. Encendió la luz con la intención de que la bolsa de gas que se formara hiciera saltar por los aires la casa o, al menos, parte de ella. Después, abandonó el domicilio.
Pero sus planes fallaron. Cuando regresó a la vivienda hacia las cuatro de la tarde, se encontró con que estaba intacta. El gas se había acumulado, pero no había explosionado. Gabriel cogió entonces un mechero y empezó a prender fuego a varios muebles del piso, que ardieron con rapidez. En la vivienda había muchos elementos combustibles, por lo que se crearon grandes llamas. Y mucho humo. Eso alertó a los vecinos, que vieron cómo se fraguaba la tragedia.
Varios focos
Gabriel se marchó de la vivienda. Los bomberos llegaron y tras ellos, la policía. Los primeros se toparon con los dos cadáveres en la cocina. Presentaban signos de violencia. Además, el fuego no tenía un único foco, por lo que estaba claro que había sido intencionado. Los médicos que vieron los cadáveres y el forense confirmaron que madre e hijo habían muerto de forma violenta antes de que se iniciara el incendio. Ahora había que descubrir quién era el responsable.
Ayer, el detenido permanecía ingresado en un centro hospitalario. Según fuentes de la investigación, está previsto que hoy pase a disposición del juez que instruye el caso. Estas fuentes confirmaron que el detenido, pese a estar diagnosticado, no se tomaba la medicación para la esquizofrenia que padece. Esta enfermedad altera la percepción de la realidad y las respuestas emocionales. Provoca delirios y alucinaciones. Las personas que cometen un grave delito en esa situación suelen ser consideradas inimputables, y, eventualmente, quedan ingresadas en un psiquiátrico penitenciario. Así ocurrió con la doctora que, en 2003, mató a tres personas en la clínica de La Concepción durante un brote psicótico.
Nadie reclamó los cadáveres de Estela y de su hijo. Con ellos ya son 35 los fallecimientos violentos en la región este año.
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