Un hombre muere a balazos en el poblado de las Barranquillas
La policía descarta que se trate de un asunto de drogas
Siete disparos mataron ayer por la tarde a Pedro P. G., un ecuatoriano de 66 años. Fue a unos centenares de metros del almacén de muebles donde trabajaba. En la cuneta de una carretera llena de agujeros y mal asfaltada del poblado chabolista de las Barranquillas, junto a los ladrillos y azulejos de una casa derruida esparcidos por el suelo. La Policía Nacional no cree que el crimen esté relacionado con un asunto de drogas, aunque esta zona es frecuentada por toxicómanos que compran allí sus dosis. Todavía no hay una hipótesis clara del asesinato.
Javier, su jefe durante los últimos diez años, asegura que Pedro "era una buenísima persona". No se explica el suceso de ayer, que ha impedido al ecuatoriano reencontrarse con su mujer y sus hijas, que iban a venir a España en menos de un mes. "Dicen que ha sido algo de celos, pero no sé yo", se lamentaba junto al almacén donde Pedro se encargaba de la seguridad; una nave, sin ningún cartel, con una oxidada puerta de hierro tras la que ladraba un perro y alguna pintada a medias, al final del camino donde murió acribillado Pedro.
"Iba andando por la carretera, ha parado un coche y le han disparado desde dentro y luego aún han salido para rematarle cuando estaba en el suelo", contaba Javier. La policía no confirmó ayer esta versión. Pedro recibió tres balazos en el cuello, otro en la cara, en el pecho, en el brazo derecho y en el brazo izquierdo. Estaba muerto cuando los servicios de emergencias llegaron al lugar. Sobre las seis de la tarde les había llamado el hijo de la víctima, al que alguien había avisado del ataque que había sufrido su padre. "El chaval lleva también tiempo en España, unos ocho años por lo menos", asegura un compañero. "Y ahora iba a venir el resto de la familia...". No termina la frase, apesadumbrado.
Los servicios de limpieza municipales limpiaban la sangre del asfalto apenas dos horas después del suceso. De vez en cuando, algún toxicómano pasaba a su lado y miraba de reojo la mancha roja. Luego los ojos se perdían de nuevo en el camino. El poblado de las Barranquillas, al sureste de la ciudad, ha sido durante años el epicentro del comercio de drogas en Madrid. A pesar de haberse producido en este entorno, las primeras investigaciones del Grupo X de Homicidios de la Policía, que se hizo cargo del caso, indican que no se trata de un asunto relacionado con drogas. "La víctima trabajaba allí, no era un toxicómano de la zona", explicó una portavoz policial. Los agentes tomaron declaración a varios testigos y a los compañeros de trabajo de Pedro y manejan "muchas hipótesis".
"Diez años aguantando esta mierda que tenemos aquí para acabar así". Diego se lamenta de la suerte de su trabajador mientras señala las chabolas que hay frente a su "trastero de muebles". Nunca había tenido ningún problema con Pedro, que no tenía antecedentes y nunca había sido detenido. Llevaba más de diez años en España y contaba con permiso de residencia permanente.
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