El buque insignia hace agua
Fracasa la apuesta personal de la alcaldesa por el Alinghi
El multimillonario suizo Ernesto Bertarelli dijo el miércoles tres palabras mágicas, Ras al Jaima, y el puerto de Valencia ha quedado desnudo de golpe. Los muelles de la antigua dársena desiertos, las bases de los equipos vacías, y todo reflejado en una lámina de agua inmóvil. Las tres palabras parecen ahora el epitafio de un proyecto que, si ha caído en desgracia, fue por una cadena sin fin de errores que comenzó cuando el Desafío español surgió no de un club de verdad, sino del etéreo Club Náutico Español de Vela, creado a propósito por la Real Federación Española de Vela; siguió cuando la alcaldesa Rita Barberá y el presidente de la Generalitat Francisco Camps apadrinaron al sindicato como primer desafiante, el Challenge of Record, con la finalidad de pactar con los suizos las condiciones de la siguiente edición de la carrera; y se metió en una vía sin salida cuando la alcaldesa apostó todo a un barco ganador, el suizo, en el litigio que le enfrentaba con el BMW Oracle, que denunció al Desafío fantasma. Una debilidad lógica ante la hipótesis de que si ganaba el Oracle la prueba se iría a Estados Unidos y si vencía el Alinghi el viento sería favorable.
La pérdida de la Copa comenzó al crear para el Desafío un club fantasma
Pero la decisión del Alinghi de abandonar Valencia y llevar la 33ª Copa del América a Emiratos Árabes Unidos ha supuesto el fracaso de la apuesta de Barberá de fiar el futuro de la vieja dársena y de las nuevas infraestructuras creadas a propósito para la cita de 2007 al sindicato suizo, que finalmente encontró otro amor en otro puerto, más exótico. Desde noviembre de 2003, cuando el Alinghi eligió Valencia para la regata, Barberá dio al sindicato suizo plenos poderes sobre uno de los enclaves con mayor potencial de la ciudad, el puerto. Por los muelles han pasado varios inviernos y veranos desolados en los que el brillo de la Copa solo era un recuerdo de apenas unas semanas de 2007. Con el buque insignia de Barberá haciendo agua, queda saber si el puerto seguirá desierto otro año.
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