Fernando Arévalo, un "locutor de provincias"
Fue director de Radio Nacional de España en Jaén
Se quejaba Fernando Arévalo de que, después de haberse dejado media vida en Radio Nacional de España (RNE), el ente público se desprendiera de él, hace ahora un par de años, con una escueta y fría carta anunciándole su nueva condición de prejubilado. Siempre ponía este ejemplo a sus más cercanos para aludir al carácter cada vez más deshumanizado de la vida y, particularmente, del periodismo, una profesión que él cultivó con maestría hasta que su corazón se paró víctima de una dolencia cardiovascular, el pasado 30 de julio. Tenía 63 años.
Pero el escepticismo de Fernando Arévalo Ruiviejo, que nació en Alcaudete (Jaén) en 1945, no era nuevo. "No me gusta casi nada de lo que veo", decía con cierta amargura este cronista de excepción del último medio siglo jiennense. El ex director de RNE en Jaén se consideraba, ante todo, un "locutor de provincias", una modalidad que él consideraba en serio peligro de extinción.
"Orfebre del lenguaje", sentaba cátedra en radio y artículos de prensa
Su columna semanal desataba la zozobra entre la clase política local
Desde muy pequeño soñaba con poder comentar los partidos de fútbol por la radio y con apenas 17 años empezó a trabajar en la antigua Emisora Sindical, para pasar después a Radio Cadena Española y, de ahí, a RNE. Con una voz prodigiosa, Arévalo dejó su huella personal en programas como Selección de selecciones, Panorama deportivo o Quinta planta. Sus emisiones en directo por cada uno de los 97 municipios de Jaén fueron también un documento de primer orden de la historia contemporánea de esta provincia, cuyo atraso endémico tantas veces denunció Arévalo.
Si sus comentarios radiofónicos sentaron cátedra, no menos lo hicieron sus artículos periodísticos en el diario Ideal. Este "orfebre del lenguaje", como lo definió el sacerdote Francisco Juan Martínez Rojas, tenía una habilidad única para interpretar la realidad social y política de Jaén y adelantarse, casi siempre, a los acontecimientos que él, haciendo gala de su experiencia y sabiduría, intuía como pocos. Su columna semanal Vértigo desataba la zozobra entre la clase política local. "Siempre he dado la cara y otras veces me la han partido", admitió sobre la relación de amor y odio con los protagonistas del Jaén de los últimos 50 años. En 2007, con motivo del Día de Andalucía, el Gobierno autonómico lo premió por "su trayectoria profesional, ética y rigor", un reconocimiento que, lejos de adormecerlo, no impidió que en sus artículos periodísticos y en sus apariciones en programas locales de televisión siguiera fiel a su estilo: no dejar títere con cabeza.
Ahora, con su marcha, la clase política podrá sentirse aliviada, pero el periodismo, el de provincias del que presumía sin ningún rubor, está un poco más huérfano.
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