Un destino de imitación
Esta Carmen perece en sus propias ambiciones formales, y en ella están contenidos elementos de otras Cármenes, desde la de Alberto Alonso (de la que se calca la escena final con el personaje del Destino, esta vez en travestido), a la de Roland Petit, pero sobre todo a la de Antonio Gades. Como en esa memorable obra, la trama empieza en una sala de ensayos, con dos grupos que responden en ropa de faena. Más parecido imposible.
La estructura quiere ser metáfora de la fusión de estilos y de escuelas, pero no se llega a buen puerto. Las coreografías se agitan en una violencia que borra cualquier crescendo y simplemente desborda en lo caótico. Así, la pregunta clave es: ¿qué debemos hacer con los tópicos, o es que resultan ineludibles cuando se aborda un clásico como Carmen? La ópera ha dado suficientes lecciones en cuanto a este dilema, pero aquí lo que resulta de la superposición de tiempos y caracteres es un pastiche donde hay un trocito de tango por aquí o unas alegrías que se diluyen por allá.
Compañía Suite Española.
Carmen. Coreografía: Rosario Castro, Ricardo Castro y Ángel Rodríguez. Música: Georges Bizet, Pablo García, Daniel Yagüe y Fernando Lázaro. Teatro La Latina. 29 de julio.
No existe el engranaje pese a gozar de algunos momentos aislados meritorios y de que la calidad de algunas bailarinas sea destacable. Lo mejor, sin duda, es el invitado Jesús Pastor, que regala una vibrante actuación y un largo solo lleno de energía y calidades. Yolanda Martín, en su Micaela, también profundiza en su baile. Tiene futuro y garra el joven José Antonio Checa.
Las peinetas y los abanicos son bonitos, y el vestuario resulta desconcertante por acumulación, algo que nocivamente está transmitido al baile de género, un exceso gestual.
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