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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En primera persona

J. Ernesto Ayala-Dip

Los dos libros que hoy comentamos son de autores a los que une haber nacido en la década de los cincuenta, con una diferencia de cuatro años, y haber escrito dos libros de parecida voluntad autobiográfica. No los vincula un afán generacional, pero pertenecen a una misma generación histórica. Y probablemente, también pertenezcan a un similar perfil sociológico. Si se quisiera buscar alguna otra vinculación, no sería irrelevante el hecho de haber publicado sus libros este mismo año: una ayudita del azar para hacer más redonda la circunstancia. Estoy hablando de Las cosas como eran, de la poetisa Esperanza Ortega (Palencia, 1953), y de Fuga lenta, el primer libro del médico de profesión Juan Martínez de las Rivas (Buenos Aires, 1957). Los dos libros están escritos en primera persona. El uso de esta instancia narrativa no es para subrayar la naturaleza personal de lo narrado: su función parece más bien, en ambos textos, una manera muy sutil e implícita de privilegiar una voz en busca de un orden (narrativo) dentro de ese desorden que es la vida cuando apenas se tienen los años de la adolescencia. De esta manera ambos relatos se nutren no tanto de una autoexigencia de ficcionalidad (como si se intentara disimular la materia real de lo que se cuenta), como sí de una necesidad de sentido literario, estético (y ético, claro, a la postre). Coinciden también ambos autores en el paisaje familiar, o en ámbitos comunes como son los colegios (mitad internos mitad públicos en su trayectoria escolar), en el rastreo de claves que descifren esos cotos cerrados (para usar un título de Juan Goytisolo) en que se convierten para los niños las miradas, los gestos y los murmullos de sus padres.

Veamos ahora las diferencias. A mi parecer estriban en los métodos y en las preguntas. En Fuga lenta, Martínez de las Rivas debe bucear entre los prejuicios de una familia acomodada y cosmopolita en irreversible proceso de decadencia económica y estatus social. Y también debe hacerlo para explicarse con la mayor racionalidad posible por qué sus padres disimulan lo que no deberían disimular y exhiben lo que no deberían exhibir. Vivir por encima de sus posibilidades cuando la hacienda familiar va menguando. O echar mano de un pariente rico para sufragar el colegio de prestigio, sin remordimiento. Se diría que éste es el tema angular que persigue las evocaciones del narrador de Fuga lenta. Buscar un sentido a su existencia adulta, una vez interrogados los materiales de su ámbito familiar en su niñez y adolescencia. Un relato de formación: sin ira, sin ajuste de cuentas. En Las cosas como eran, el método de investigación familiar (nuestras familias siempre son un misterio que desvelar) es distinto. El misterio es parte de la madeja: si se la deshila el misterio ha de quedar intacto. Por eso Esperanza Ortega opera con partes de esa madeja familiar. Las muñecas, las escaleras, la ropa, el cine, los colegios, las palabras, lo invisible, los libros, los alimentos, no son sólo capítulos del libro que leemos: son metáforas de una vida que explican al que narra. El narrador es observado por ellas. En cada capítulo de Las cosas como eran se impone algo invisible ("un segundo de luz / paraíso", nos dice en un poema de Lo que va a ser de ti la autora), lo indefinible. Probablemente la materia, por indecible, más luminosa de este libro. Recomiendo mucho estos dos títulos. Están soberbiamente escritos, cada uno en su registro particular y necesario. Dos libros para leer. O para escuchar.

Fuga lenta. Juan Martínez de las Rivas. Acantilado. Barcelona, 2009. 375 páginas. 22 euros. Las cosas como eran. Esperanza Ortega. Menoscuarto. Palencia, 2009. 291 páginas. 17 euros.

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