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De cabras y secundarios

El sistema de elecciones primarias para elegir a los candidatos para los comicios municipales pasó a mejor vida en el PSOE en el año 2006. "La fiesta de la libertad" y ese método "participativo" que eligieron los socialistas para distinguirse del dedazo empleado por otras formaciones políticas fue consagrado en los estatutos del 36ª Congreso Federal, pero su aplicación real duró lo que duran todas las iniciativas para auspiciar la democracia interna en los partidos. Justo el tiempo que tardó la dirección del PSOE en darse cuenta de que el método les resultaba incontrolable y creaba demasiadas tensiones internas.

Tras la suspensión de las primarias, llegaron a los carteles electorales del PSOE los secundarios. Es decir, se instauró un sistema de elección de candidatos por descarte. Las direcciones iban mostrando a lo largo de varios meses su predilección por uno o varios candidatos, y los aludidos, con la misma prontitud que salía su nombre, iban rechazando el puesto ante las escasas posibilidades que tenían de ganar. Por eso, cuando llegaba el momento de nominar el cabeza de cartel se cogía lo primero que se tenía a mano, que solía ser alguien que ya había perdido en los comicios anteriores y que tenía todas las papeletas para volver a perderlos. Con un sambenito añadido, el de ser un candidato de segundo o de tercer plato.

El sistema de elección de candidatos por descarte ya se visualizó con nitidez en los comicios de 2003. El entonces secretario general del PSOE andaluz, Manuel Chaves, intentó que sus consejeras de Economía, Magdalena Álvarez, y de Cultura, Carmen Calvo, liderasen las candidaturas a las alcaldías de Málaga y Córdoba, respectivamente. Ninguna aceptó el reto y el PSOE optó por candidatos secundarios. Con sus respectivas negativas, Álvarez y Calvo, mostraron una curiosa interpretación de la disciplina orgánica del partido, esa que queda resumida en la siguiente frase: "Estoy a disposición de lo que diga el partido". Eso sí, siempre que lo que diga el partido sea mejor que lo que tenga uno en cada momento. Por eso, las dos ex consejeras fueron castigadas nombrándolas ministras del primer gobierno de Zapatero. Hay otros muchos ejemplos similares.

La nominación por descarte es una pescadilla que se muerde la cola. El PSOE no logra convencer a algunos de sus dirigentes más conocidos para que encabecen las listas en los municipios donde pierden las elecciones y, por lo tanto, vuelven a salir derrotados al no presentar candidatos con posibilidades de ganarlas. Y así llevan desde el año 1995. De cara a las municipales de 2007, Chaves anunció de nuevo que algunos de sus consejeros serían candidatos, lo que se interpretó como una demostración de que el PSOE quería, esta vez, "ir a por todas". El resultado final fue contundente: el único consejero que encabezó una lista fue Paulino Plata en Marbella y se marchó nada más tomar posesión del cargo, del cargo de portavoz de la oposición.

Definitivamente, se fue a por poco. Por eso, unos meses después de las municipales, la mayoría de los cabezas de cartel de las elecciones eran ya fallidos: Marisa Bustinduy en Málaga, Javier Torres Vela en Granada y Manuela Parralo en Huelva, ya no están. El de Cádiz, Rafael Román, y el de Córdoba, Rafael Blanco, están, pero preparándose para salir. Y Alfredo Sánchez Monteseirín, el alcalde de Sevilla, está, pero es probable que no siga estando.

Cuando el PSOE presentaba una cabra y ganaba las elecciones municipales, la militancia se daba codazos por ser esa cabra. Pero cuando el PSOE empezó a perder las elecciones en las grandes ciudades andaluzas y en el litoral, la cabra se fue al Parlamento, al Congreso o se hizo alto cargo. Y ahora, a ver quién convence otra vez a la cabra para que baje de las alturas, cuando de todos es bien sabido que la cabra siempre tira al monte.

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