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Reportaje:

El precio de una venganza

La familia se rebela contra la condena de una mujer a nueve años y medio de prisión por quemar vivo al hombre que violó a su hija

"Buenos días. ¿Qué tal su hija?", le espetó Antonio Cosme al cruzarse con ella en la calle. Y María del Carmen Espinosa, sin pensarlo dos veces, se fue a una estación de servicio, compró un litro y medio de gasolina, buscó al hombre, a quien encontró en un bar, lo roció y le prendió fuego con una cerilla. Era la mañana del 13 de junio de 2005. Antonio, apodado El Pincelito, estaba en Benejúzar, una pequeña localidad alicantina, en la Vega Baja del Segura, de permiso carcelario. Seis años antes había violado a Verónica, la hija de María del Carmen, y cumplía condena por ello. Cuatro años después, la mujer que ejecutó aquel día semejante acto de venganza ha sido condenada a nueve años y medio de cárcel por un tribunal que ha tipificado aquella agresión como un asesinato, dado que Antonio Cosme murió en el hospital días después, con quemaduras en el 60% de su cuerpo.

Los vecinos de Benejúzar rehuyen hacer comentarios sobre el caso
María del Carmen alega que perdió el control al cruzarse con el violador

María del Carmen, de 56 años, conoció la sentencia el pasado jueves por medio de un familiar directo, quien le comunicó la condena, similar a la que cumplía el hombre que violó a Verónica, una niña de 13 años cuando fue asaltada. La madre nunca superó la desgarradora agresión y la vejación de la que fue objeto su hija. Desde entonces está sometida a un tratamiento farmacológico y psiquiátrico para combatir las secuelas de aquel suceso. El argumento, esgrimido por la mujer para justificar su reacción al cruzarse con el violador, explicaría por qué perdió el control. Según ella, compró la gasolina, roció a Antonio mientras tomaba un café en la barra de un bar y luego le prendió fuego "sin ser consciente" de las consecuencias de su acción. El Pincelito agonizó diez días en una unidad de quemados antes de morir.

Verónica, una joven que ya tiene 24 años, recibió el fallo judicial, el miércoles a mediodía, a través de la llamada telefónica de su abogado. "Me dio por llorar", relata la chica. "Mi madre actuó sin saber lo que hacía, por eso es algo injusto". Tras colgar el móvil, no fue capaz de explicarle a su madre el veredicto, tuvo que ser una tía quien la informara de la sentencia. María del Carmen se ha recluido y evita cualquier contacto con los medios de comunicación. No obstante, nada más conocer la condena declaró: "Yo creo que la sentencia es injusta. Si él no hubiera venido a por mí, yo a él nunca hubiese ido".

"Está tranquila", cuenta su hija. "Tenemos un buen abogado, y confiamos en que todo irá bien". Verónica está convencida de que su madre evitará finalmente la cárcel. "Es hora de que dejemos ya de sufrir. Once años son muchos", se lamenta. Y recuerda que desde su violación tuvo que cambiar hasta de tres veces de centro escolar debido al continuo acoso que sufrió de otros compañeros. "Un calvario", según ella, que padeció junto a su madre. "Aquel día actuó así porque lo hizo con sus facultades mentales alteradas", asegura sin titubeos.

Madre e hija forman parte de una modesta familia de Benejúzar. Sus únicos recursos provienen del padre, ya pensionista y enfermo de cáncer. Verónica, actualmente, está de baja laboral. Viven en soledad este dramático episodio de su vida, mientras los vecinos de esta pequeña población del sur de Alicante rehuyen hacer comentarios. En su mayoría han acogido con indiferencia o discreción todo el suceso. Nadie quiere opinar sobre la justicia o no de la condena. La familia, por su parte, agota su último cartucho judicial antes de que la sala ejecute la sentencia, al presentar un recurso de casación ante el Tribunal Supremo. Su abogado, Joaquín Galant, arguye que el fallo es injusto en tanto que el atenuante que le aplica la sala por trastorno mental es "incompatible" con la alevosía [actuar con premeditación]. Para el representante legal, una persona con las facultades mentales alteradas, tal y como da por sentado el tribunal, no puede planear un asesinato. Además, según Galant, el tribunal no entra en asuntos tales como que el uso de extintores por parte de quienes intentaron auxiliar a la víctima cuando la vieron envuelta en llamas en el bar pudo acelerar su muerte. También, añade el abogado, "lo que hizo Antonio

[dirigirse, durante su permiso carcelario, a la madre de la muchacha que violó] fue un acto de provocación". El caso es que también la venganza tiene un precio.

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