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Reportaje:TOUR 2009 | 19ª etapa

La montaña del miedo

Tres generaciones, Bernard, Sastre y Antón, destacan el temor que causan el viento y las duras rampas del imponente Ventoux

Eric Caritoux, un ciclista muy accidental, ganó la Vuelta a España, sorprendentemente, en 1984. Automáticamente, su victoria se explicó porque había nacido a los pies del Mont Ventoux, toda una garantía para cualquier escalador que se precie. El Monte Ventoso, la Luna, Vintur (el dios galo de los vientos) o como se le quiera llamar, es el reino del viento, donde el mistral, según dicen, ha llegado a soplar a 320 km/h. Los ciclistas del Tour lo ascenderán hoy por 14ª vez en la historia de la carrera, desde que el francés Lucien Lazavides lo coronase en 1951 por primera vez y otro francés, Richard Virenque, lo hiciera la última en 2002. Allí dejó su vida el británico Tom Simpson el 13 de junio de 1967 por una mezcla de sol, alcohol y anfetaminas, cuando ganó Julio Jiménez, y allí Eddy Merckx tuvo que recibir oxígeno tras cruzar, en primer lugar, la línea de meta en 1970. Un año después, la gloria le correspondió al cántabro Gonzalo Aja.

Para el ganador del año pasado es la "última oportunidad" de reconciliación
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Hoy, el Mont Ventoux sigue siendo el mismo coloso que mira desde lo alto el serpenteo de una carretera pelada, sin resquicios al viento, el sol o la lluvia, pero el ciclismo ha cambiado. El Tour lo había señalado como el juez de la carrera de este año y sin embargo, vistas las diferencias de Contador respecto a los demás, parece reducido a una lucha secundaria por el podio y la gloria de inscribir un nuevo nombre en la lista de ganadores (ninguno de los anteriores está en activo).

La leyenda, no obstante, continúa. Jean François Bernard (hoy comentarista de ciclismo) cree que "no es más duro que otros puertos como el Izoard o el Aubisque, por ejemplo, pero su característica principal es el miedo que impone. Es lo que lo hace distinto". Y considera que cuando el viento sopla fuerte "es imposible llegar en solitario". El ciclista francés ganó allí una etapa contrarreloj. "Usé dos bicicletas, una de carretera para el tramo menos duro y una más ligera con un 51 de plato", recuerda. La altura (1.912m), sin embargo, recuerda que no le afectó: "He visto a algunos corredores que han sufrido por la falta de oxígeno, pero yo no lo noté".

Carlos Sastre, el último ganador del Tour, lo tiene entre ceja y ceja y coincide con Bernard "en la dureza de sus rampas y la dificultad del viento", pero para él más que una tortura puede ser una salvación: "En este Tour he estado demasiado invisible y el Mont Ventoux es la última oportunidad de demostrarme a mí mismo que mi presencia no ha sido vana". Es la etapa por la que ha trabajado los últimos días, cuando la gloria ya estaba lejos y sólo queda la reconciliación con uno mismo. Sastre dice que este Tour le hecho saber cosas de sí mismo "que no sabía". Para él, un éxito hoy sería como finalizar su particular Camino de Santiago ciclista.

El viento es también el argumento de Igor Antón, el escalador del Euskaltel, al que las caídas han ido minando física y moralmente. "Será la tercera vez que lo suba, aunque la primera en el Tour, las otras dos veces fueron en la Dauphiné Liberé y tengo buenos recuerdos. Hace dos años tuve el honor de quedar por delante de Contador. El año pasado, no estuve mal, pero no me encontré igual. Ahora tengo una enorme ilusión, pero hay muchos galgos en este Tour", dice. El viento es el problema, "y el hecho de que llegue en la penúltima etapa del Tour con la gente ya muy cascada hace que la Luna sea más complicada de conquistar", asegura. Hace 673 años lo ascendió Petrarca por la pura curiosidad de disfrutar de sus vistas. Otros lo harán por obligación o por devoción.

Carlos Sastre, en el Colombiére.
Carlos Sastre, en el Colombiére.AP

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