Gorgoritos para la paz
Noa y Mira Awad escenifican un desigual hermanamiento palestino-israelí
En el oficio este de la crónica musical ya no hay manera de ser ocurrente. Se te plantifican en medio del escenario de Los Veranos de la Villa una palestina y una israelí soltando atildados gorgoritos, tan hermanadas en su papel de símbolo-para-la-anhelada-paz-en-Oriente-Próximo, y la escena resulta tan tierna como para que el comentarista exclame: "¡Que las manden a Eurovisión!". Demasiado tarde, señor: es que ya han estado. Sucedió en Moscú hace un par de meses y se clasificaron en el puesto 16º. Muy por delante de Soraya, puestos a contar toda la verdad.
Por mucho que los dos nombres compartieran tipografía en el cartel, la palestina (de origen búlgaro) Mira Awad ejerció durante media hora como telonera y la israelí Noa, como jefa plenipotenciaria a lo largo de los siguientes 90 minutos. Así se escribe la historia, oiga. Enrabietado al constatar que la realidad supera su imaginación, el crítico revirado anota en la libreta: "Sólo faltaría que asomara Miguel Bosé, nuestro Moratinos del pop patrio". Deseo concedido, porque en el colofón de la velada (¡23.55!) irrumpe Papito, entrelaza los dedos con su amiga israelí (era la noche de las hermandades múltiples, parece) y procura la estimulación colectiva de los lacrimales con La vida es bella. Había poco que estimular, porque en Puerta del Ángel se registró la entrada más raquítica de la temporada, con menos de la mitad del aforo.
Noa anda emperradísima en trasladar a la música popular el rollito Barenboim, aunque por el momento no disponga de reyes ni consortes en el palco de autoridades; todo lo más, el señor concejal de Hacienda. Conociéndola, perseverará en el empeño. Y observando su vestido blanquísimo con guantes a lo Marilyn (en la actuación hay cambios de vestuario), el cronista escéptico garabatea: "Lástima que aún no disponga de una pantalla gigante con un mensaje enlatado de Benedicto XVI". Por una vez su pronóstico no se queda corto, pero la silueta de La Almudena parecía, al fondo, más nítida que nunca. Las aliadas comparten el último tramo del concierto, expolian el We can work it out de los Beatles (Noa tendrá luego algo más de tino con Eye in the sky, de Alan Parsons) y profieren muchos grititos alborozados. Salvo porque el teclista de Noa (opinión unánime en la grada) está como un queso, aún ahora ignoramos el motivo.
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