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Entrevista:VICENT DIEGO | Presidente de la Federación de Cooperativas de Viviendas

"Habrá que adaptarse a una vivienda más pequeña y de menor coste"

Estuvo en el origen de lo que ha sido el moderno cooperativismo valenciano. Tras participar en la puesta en marcha de diversas iniciativas a partir de la Cooperativa de Vivendes Populars y de la cooperativa de servicios Coinser, en los años de la transición democrática formó parte de la Taula de Forces Polítiques i Sindicals en representación de la Unió Democràtica del País Valencià. Nacido en Catarroja en 1938, Vicent Diego preside la Federación de Cooperativas de Viviendas de la Comunidad Valenciana, es vicepresidente de la confederación española y miembro del Comité Europeo de Vivienda Social. El pasado mes de junio recibió el premio Pepe Miquel que otorga la Confederación de Cooperativas de la Comunidad Valenciana.

"Creíamos que la nuestra era también una manera de hacer política"
"Vimos multiplicarse los grupos de cooperativas hasta superar el centenar"
"Entidades de crédito empiezan a ofrecer viviendas por debajo del coste"
"El cooperativismo debe explorar nuevas fórmulas para la vivienda"

Pregunta. El otro día rindieron homenaje a su trayectoria. Debió de resultar muy emotivo, más de treinta años después de haber comenzado en el cooperativismo...

Respuesta. Sí, se puede decir que he estado en él desde el principio. Comencé en los años setenta en la Cooperativa de Vivendes Populars de forma muy voluntarista. Un día llevé a un periodista a hablar con mis alumnos de la escuela de formación profesional de San Antonio de Benagéber. Era Josep Maria Soriano Bessó y comentamos que yo había gestionado una cooperativa de viviendas en Beniparrell. Eso le interesó. Contacté también con un amigo que había estado conmigo en la Juventud Agrícola y Rural Católica (JARC) y era arquitecto. Nos pusimos en marcha con la idea de construir viviendas para nosotros. Hicimos un núcleo de 20 viviendas en Alaquàs y después construimos otras en la Malva-rosa, donde hacían falta. Así consolidamos poco a poco nuestra formación,

P. El trabajo en equipo ha sido una constante, ¿no?

R. En efecto. Y llegado el momento de profesionalizarnos, encontramos en este ámbito la respuesta a cómo encarnar en la vida el compromiso temporal que habíamos aprendido en la JARC, la manera de aplicar el espíritu que se derivaba del Concilio Vaticano II. En otras palabras, se trataba de hacer algo más que viviendas. Queríamos construir vivienda a precio de coste, pero con un plus de calidad, de participación o de compromiso con la sociedad. Hicimos un fondo de obras sociales, para ofrecer becas y ayudas, para promover publicaciones y actividades de tipo cívico. De allí surgieron iniciativas como Caixa Popular, Consum o La Nostra Escola Comarcal.

P. Había, por tanto, una fuerte vocación social.

R. Se trataba de actividades comunitarias. Siempre he mantenido la idea de que el yo debe convertirse en nosotros.

P. En algún momento, se darían cuenta de que el cooperativismo implicaba una teoría, unas ideas...

R. Hicimos un viaje a Mondragón, donde se desarrollaba la experiencia de cooperativismo más importante. Nuestra "frustración" fue que el fundador de todo aquello, el padre José María Arizmendi, a quien tuvimos el gusto de conocer, nos dijo: "¿Pero hombre, cómo se os ha ocurrido centraros en construir viviendas? ¿No véis que, cuando se acaban las viviendas, la cooperativa se convierte en una comunidad de egoístas?". Nos recomendó que invirtiéramos en trabajo y en formación. De ahí surgieron proyectos de crear escuelas y centros de formación así como cooperativas de trabajo. De hecho, convertimos nuestro equipo gerencial en una cooperativa de trabajo. Creíamos que había que hacer empresa con contenido social, pero a la vez empresa económica. La diferencia era que la plusvalía, en lugar de llevársela una persona o el capital, debían llevársela los que participasen en ella o la sociedad.

P. ¿Pero no había detrás una intención política, un componente de cambio democrático?

R. Era la época previa a la Transición democrática y, como es lógico, tuvimos algunos problemas. Nosotros creíamos que aquella actividad social era también una manera de hacer política, de hacer una política necesaria en el País Valenciano, para recuperar la lengua propia, para facilitar la cultura del debate y la colaboración... Fomentábamos el espíritu democrático dentro de las cooperativas y la responsabilidad compartida en los aspectos propiamente financieros.

P. Visto en perspectiva, ¿cuáles han sido en su opinión los éxitos y los límites de ese movimiento?

R. Por lo que se refiere a la vivienda, enseguida vimos multiplicarse los grupos de cooperativas hasta superar el centenar en toda la Comunidad Valenciana, lo que representaba unas 6.000 viviendas. Eso tuvo su impacto en la época. Por otra parte, la trascendencia de las actividades comunitarias, que pusieron las bases de Consum, de la Caixa Popular o de lo que hoy es la escuela La Florida, es indiscutible. Todas tienen en común la vocación de arraigo en la sociedad, su realización, siempre que sea posible, en la lengua propia, y una idiosincrasia de convivencia entre los ciudadanos.

P. La inspiración cristiana era muy evidente.

R. Lo que habíamos aprendido en movimientos cristianos se hacía realidad en aquel ámbito pero, aunque éramos la mayoría, otra gente, creyente y no creyente, también participaba del mismo espíritu.

P. ¿Había una capacidad de integrar que quizás hoy en día resultaría más difícil?

R. Hoy sería más difícil, sin duda. Me sabe mal decirlo, pero una buena parte de aquella gente de la pre Transición que estuvimos en movimientos apostólicos o en actividades cívicas fue, con el paso del tiempo, incorporándose a los partidos políticos mayoritarios. Y eso, que tuvo su sentido, ha desmotivado muchas energías cívicas. Se nota mucho cuando comparas con lo que ocurre en países próximos al nuestro, como Italia, Francia y Bélgica, con una gran tradición de asociacionismo.

P. Llama la atención que el movimiento cooperativo valenciano se haya abierto camino, por ejemplo, en la formación, en la distribución y en el sector de la vivienda, pero no en la industria.

R. Bueno, entre las 10 primeras empresas valencianas hay dos cooperativas. Es cierto que no son industriales. Sin embargo, existen muchas cooperativas de trabajo asociado, aunque son pequeñas. De todas maneras, hay que reconocer que, a diferencia de Mondragón, donde hay cooperativas industriales muy potentes, aquí no tienen esa envergadura.

P. Hablemos de las cooperativas de viviendas.

R. La valenciana es la tercera comunidad autónoma en este tipo de cooperativas.

P. ¿Y a qué obedece?

R. Cuando el precio de la vivienda era inalcanzable, las cooperativas eran una buena alternativa porque permitían el acceso a la vivienda a precio de coste y gestionada profesionalmente. Después, la crisis ha sido tan fuerte que ha arrastrado a todo el mundo.

P. ¿Y cómo es que, ahora, en época de vacas flacas, no juegan un papel de alternativa?

R. La crisis se ha convertido aquí en un doble problema. Por una parte, el sector financiero no da cancha para la subrogación de los créditos a los cooperativistas. Y por otra parte, las cooperativas nos encontramos con verdaderas dificultades para obtener créditos al promotor. Eso añadido al hecho de que algunos cooperativistas, dada la incertidumbre de sus trabajos, no se ven en condiciones de hacer frente a la vivienda, acaba de complicar la situación.

P. ¿Y qué salida puede tener?

R. Algunas entidades de crédito empiezan a ofrecer vivienda por debajo del precio de coste porque tienen que deshacerse del stock que han acumulado. Esa competencia nos lo pone difícil. Pero la experiencia nos dice que el cooperativismo siempre ha sabido salir airoso de las crisis. Hará falta un tiempo y será necesario buscar fórmulas imaginativas para el cooperativismo de viviendas, dirigidas a la juventud, a la tercera edad, a las personas que viven solas... Habrá que adaptarse a una nueva vivienda más pequeña y de menor coste.

P. Esa era la idea de la ministra María Antonia Trujillo cuando propuso los pisos de 30 metros cuadrados y fue muy criticada...

R. La criticaron pero por ahí van las cosas. También hay que pensar en ciertos tipos de cooperativas de viviendas en alquiler que después puedan convertirse en propiedad. En fin, están la cooperativas de viviendas de acceso o uso diferido, que en Europa ya funcionan, sobre todo en Alemania o en Italia.

P. Eso pide un cierto cambio de mentalidad.

R. La gente ha de entender que la vivienda es un bien social. No es preciso tenerla en propiedad, pero sí que es preciso disponer de vivienda.

P. ¿Supone también un reto para el cooperativismo?

R. Por supuesto, el cooperativismo debe explorar nuevas formas de cumplir las expectativas que quienes hoy no pueden alcanzar una vivienda. Y en eso es muy importante el papel de los poderes implicados. Somos uno de los pocos estados europeos donde el derecho a la vivienda depende de competencias de tres administraciones: la estatal, la autonómica y la municipal. Para las cooperativas son muy importantes los planes de vivienda estatales y autonómicos, que han de respaldar las entidades dinancieras. Y es básico que la cooperativas puedan disponer de suelo a precio de coste y no de mercado, lo que depende de los ayuntamientos. De momento, por primera vez hemos conseguido que el Plan Valenciano por el Crecimiento y el Empleo (Pavace) destine parte del suelo municipal a cooperativas.

Vicent Diego, dirigente histórico del cooperativismo valenciano.
Vicent Diego, dirigente histórico del cooperativismo valenciano.SANTIAGO CARREGUÍ

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