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Crítica:LIBROS | Biografías
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Buscando la voz de Miles

Diego A. Manrique

Cada año, crece la bibliografía de Miles Davis, dada la inmensidad de su obra y la persistencia de su impulso creativo; además, no disminuye la fascinación por alguien tan audaz, intimidante, libérrimo. De ahí el carácter totémico de Miles: la autobiografía, que también se sitúa en lo alto de las memorias de jazzmen por su mordacidad, su crudeza expositiva, su carácter oral.

La reedición de Miles: la autobiografía sirve para replantear si allí tenemos realmente la voz de Davis. Indudablemente, aseguran algunos que intimaron con él. Éste es mi Miles, piensa también el aficionado, al conocer las minucias de su agria relación con su maestro, Charlie Parker. Miles retrata a Bird como un yonqui de apetitos voraces: pasó vergüenza al compartir un taxi con el saxofonista, que bebía whisky y comía pollo mientras "una puta blanca le chupaba el cipote".

Miles: la autobiografía

Miles Davis y Quincy Troupe

Traducción de Jordi Gubert

Alba. Barcelona, 2009.

534 páginas. 22,80 euros

Dijo la sartén al cazo: Miles fue una pesadilla bajo el influjo de la heroína. También vendió su trompeta y alquilaba un instrumento para cada compromiso profesional. Pero no está en su naturaleza arrepentirse por sus acciones. Asegura haber ejercido de proxeneta casi contra su voluntad; resulta grotesco cuando muestra esa faceta a una desconcertada Juliette Greco. Tampoco oculta que podía ser violento cuando discutía con sus mujeres. A pesar de sus publicitados choques con la policía y el establishment, pasó más tiempo encarcelado por no pagar la manutención a sus numerosos hijos y ex esposas. Aun conociendo al personaje, asombra su egocentrismo. Aquí están sus arremetidas contra Cecil Taylor, Ornette Coleman e incluso su escudero John Coltrane. Racionaliza luego su rechazo del free jazz en términos conspirativos: fue un montaje de críticos blancos para acabar con su música, que se había hecho un hueco en el mercado.

Su afán competitivo explica que aceptara la oferta de firmar una autobiografía: aparte del generoso adelanto, estaba la oportunidad de apuntalar su mito. Como amanuense, eligió a Quincy Troupe, poeta y académico nacido igualmente en St. Louis. Y aquí se complica todo: Troupe optó por acentuar la jerga afroamericana en las declaraciones de Davis, que en realidad había crecido en una familia burguesa y alardeaba de buena educación. Las transcripciones de sus conversaciones pueden consultarse en una biblioteca de Harlem y revelan un empeño en proletarizar a Miles. Cierto que tendía a expresarse como un vividor callejero pero Troupe simplificó su sintaxis y reiteró coletillas que aparecían ocasionalmente en las cintas. Algunos excesos fueron corregidos por el anónimo editor de Simon & Schuster, aunque se mantuvo el tono hipercoloquial, que llevó a comentaristas pudibundos a contabilizar el número de palabrotas que tapizaban el texto. Troupe ganó premios por su trabajo y explotó la relación con un segundo tomo, Miles and me. Dado que la autobiografía lleva años en los pasillos de Hollywood esperando ser filmada, ha preferido evitar cualquier autocrítica que quite brillo a su carácter de libro esencial. Está el asunto de los parecidos sospechosos entre algunos pasajes y páginas de Milestones, una biografía anterior de Jack Chambers. También se insertó información discográfica -temas, acompañantes, fechas- para dar peso musical a la narración. Finalmente, el libro muestra desequilibrios. Las páginas consagradas a los años setenta y ochenta parecen evasivas, pero cuentan con anécdotas tan brutales como la visita a la Casa Blanca de Ronald Reagan. Bastantes declaraciones no están reflejadas en las transcripciones, aunque podrían perfectamente ser síntesis de charlas informales, no recogidas por la grabadora. Sabemos que, según avanzó el proyecto, Davis enfermó y perdió interés por sentarse a hablar, obligando a Troupe a recurrir a los trucos del oficio. Contractualmente, Troupe estaba obligado a llevar a buen fin un libro difícil. Eso le congela en una pose reverencial, sin iniciativa para indagar en rincones intrigantes de Miles, desde su deteriorada relación con el productor Teo Macero a su rumoreada bisexualidad. Cabe imaginar que el departamento jurídico de la editorial contribuyó a difuminar determinadas historias: asombra que no se mencione el nombre del disquero con el que discutió Miles recién operado de la garganta, una bronca que -según la leyenda- contribuyó a dañar sus cuerdas vocales. Se trataba de Morris Levy y no es un dato trivial: como socio de mafiosos, se requería indudable valentía para plantarle cara.

Miles Davis (Alton, Illinois, 1926-Santa Mónica, California, 1991), en una imagen de 1987.
Miles Davis (Alton, Illinois, 1926-Santa Mónica, California, 1991), en una imagen de 1987.Marisa Flórez

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