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Columna
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Los burgueses

Días atrás, según informó la prensa, una amplia representación de la familia Trenor giró una visita a las tres muestras que tienen como motivo la Exposición Regional de 1909. Acudieron primero a aquella de la que Anaclet Pons y yo mismo somos sus comisarios. Puede verse en la Universidad de Valencia: Trenor. La Exposición de una gran familia burguesa. Horas después, esos mismos parientes completaron el recorrido previsto personándose en las restantes muestras, la del Ateneo Mercantil y la del Ayuntamiento. Todos ellos proceden de una de las ramas de esa dinastía, la de Tomás Trenor Palavicino y Tomás Trenor Azcárraga. El primero fue impulsor de la Exposición Regional y el segundo, alcalde de Valencia.

Algunos convecinos nos han preguntado directamente si valía la pena organizar una muestra dedicada a una familia; si la Universidad podía implicarse en una actividad como ésta, sólo interesante para los descendientes de dicho linaje. Quiero razonar el provecho de esta exposición y las lecciones contenidas en el libro que hemos editado: todo ello, gracias a la ayuda de colaboradores muy competentes.

Trenor -sin acento- es un apellido irlandés. En torno a 1820, un joven, Thomas Trenor Keating, se asienta en Valencia. Ejerce de mercader, de industrial, de prestamista. Compra, vende, reúne fincas rústicas y urbanas, mejora inmuebles y manufacturas. En un lapso de tiempo muy breve, el irlandés Trenor Keating atesora un patrimonio notable, una auténtica fortuna. Esos bienes y su industriosa actividad le darán todo el crédito. Es un extranjero adaptado a la localidad y a sus posibilidades. Es un mayorista que sienta sus reales en la plaza de Valencia, un comerciante que funda su propia compañía, el patriarca de lo que andando el tiempo será una gran dinastía.

Pero no acaba ahí la cosa. En las siguientes generaciones dicho apellido cobra mayor proyección: los hijos y nietos de aquel primer Trenor se casan con los descendientes de otros linajes distinguidos. A finales del siglo XIX, aquellos Trenor de origen irlandés son hombres de mundo y diligentes emprendedores que comercian con seda o con yute, con pasa o con guano. Son notables y hacendados que tienen poder, que ejercen su predominio. Practican la filantropía. Son burgueses que obtienen beneficios, que aumentan la cuantía o el prestigio de sus herencias.

Se presentan como próceres, como magnates, como potentados. Otros los ven como oligarcas del viejo liberalismo: dueños de las instituciones, beneficiarios de la influencia social. En todo caso, su supremacía les hace ser desprendidos. Logran lo que la mayoría no puede: recursos, servicios, infraestructuras. Son hombres bien situados: algunos incluso quieren devolver a la sociedad lo que de ella dicen haber recibido. En 1908, uno de estos patricios, Tomás Trenor Palavicino, tuvo una idea: promover una Exposición Regional que compendiara los avances fabriles, agrícolas, comerciales. Meses después, un vistoso aparador exhibía los ingenios de la Valencia propietaria.

Y ahí empieza nuestra exposición, dedicada a los Trenor. ¿Quiénes eran aquellos burgueses del Ochocientos, que tantas admiraciones suscitaban? ¿Quiénes eran aquellos negociantes, que tantos triunfos cosechaban? No hacemos hagiografía ni anacronismo, sino historia, un recorrido documentado que nos permita adentrarnos en un mundo que aún es nuestro y que va más allá de este linaje. Estamos implicados.

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