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BANCOS CENTRALES | Laboratorio de ideas

Un escenario de esperanzas y temores

Es difícil no considerar que los datos económicos son feos. El informe sobre el mercado laboral estadounidense no es bonito desde ningún punto de vista. Los 467.000 puestos de trabajo menos de junio, sumados a los 322.000 de mayo, rompen una tendencia positiva de cuatro meses. Los inversores se tomaron muy mal la mala noticia, con caídas de las bolsas y del precio del barril de petróleo.

Aunque un optimista decidido podría seguir viendo razones para alegrarse. El descenso fue más bajo en términos absolutos que la caída mensual de abril y un 47% inferior a la caída histórica de enero. Además, los pedidos de fábrica aumentaron un 1,2% y los datos apuntan que los gerentes de compras estadounidenses y europeos se sienten menos pesimistas.

Pero los inversores ya no están dispuestos a que cualquier dato sean guirnaldas de esperanza. Eso parecía apropiado en primavera, tras el fin de un invierno marcado por el temor al hundimiento general. Los bancos centrales usaron su capacidad de creación de dinero para fundir un poco los congelados mercados crediticios, liberando fondos para los inversores. Se buscaban razones para comprar.

Ahora que se ha instalado el verano, y las autoridades financieras ofrecen un flujo constante, aunque no creciente, de ayuda, el estado de ánimo ha cambiado. Los inversores ya no pasan por alto las señales de venta; las buscan. Y son fáciles de encontrar: a largo plazo son los desequilibrios mundiales, los enormes déficits públicos y la posibilidad de que las estrategias de salida de los bancos centrales fracasen. Puede que el sistema financiero ahora sea muy rentable, pero el aumento de la morosidad es una preocupación legítima.

A corto plazo, empresas, bancos e inversores tendrán problemas si el PIB no empieza a subir pronto. Necesitan algo más que una recesión más lenta, o que una recuperación derivada de la reposición de inventarios agotados. El verdadero giro requiere, entre otras cosas, una clara mejora de los mercados de trabajo. Lo cual, como muestran los datos, no parece estar ocurriendo.

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