_
_
_
_
Tribuna:Primer plano
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La eurozona es para el buen tiempo

Allá por el final de los años noventa, cuando el euro entró en circulación, solía preguntarme qué sucedería en una crisis realmente grande. "Ya pensaremos en algo", es lo que un funcionario europeo de alto rango me dijo en aquel entonces. Lo decía en serio. Cuando sucediera algo, ellos cambiarían las normas. Así es como siempre había funcionado en el pasado.

Y entonces llegó la crisis, y no ha pasado gran cosa. La Unión Europea no ha sido capaz de idear un estímulo conjunto ni un rescate conjunto de la banca. El comité de De Larosière propuso una mayor coordinación entre los supervisores y un nuevo marco macroeconómico prudencial. Pero, de hecho, la cumbre de la UE de junio también ha acabado con eso: nunca se deberá tomar una decisión que obligue a un gobierno a gastar dinero en contra de su voluntad. Esto significa que todo el poder efectivo seguirá en manos de los Estados miembros.

A la larga, tendremos que sacrificar la supremacía de las políticas nacionales, el crecimiento o el propio euro
Más información
Un cuento chino: el declive del dólar

Europa ha hecho algo que nunca había hecho antes. Ha desperdiciado una crisis. Después de la crisis, la eurozona seguirá siendo la misma construcción pensada para el buen tiempo que era antes.

La situación tiene varias consecuencias importantes. Me voy a atrever a hacer algunas predicciones. La primera es que la inestabilidad financiera mundial va a continuar. Como señaló el fallecido economista estadounidense Hyman Minsky, la inestabilidad financiera es inherente a una economía con un gran sector financiero y unos gastos de inversión excesivos. Puede que estemos reparando algunos de los peores excesos del anterior sistema, pero no estamos reparando el sistema en sí. Por consiguiente, el fenómeno de la inestabilidad financiera persistirá. Esto significa que el tiempo seguirá siendo tormentoso, mientras que la eurozona seguirá siendo la misma vieja construcción pensada para el buen tiempo que era antes.

Mi segunda predicción es que el pacto de estabilidad y crecimiento, la única herramienta eficaz de coordinación política que existe en la actualidad, perderá su razón de ser y se verá cada vez más desbancado por las políticas nacionales. Alemania ya ha enmendado unilateralmente su Constitución para impedir que haya déficit presupuestarios superiores al 0,35% del PIB a partir de 2016. En la práctica, esto significa que Alemania ha promulgado una ley nacional que desbanca una ley europea (mucho más débil). Francia y otros cuantos países europeos no van a seguir los pasos de Alemania en esta dirección, a consecuencia de lo cual es de esperar que veamos tensiones políticas entre los Estados europeos.

Mi tercera predicción es que, a pesar de la Agenda de Lisboa, Europa no volverá a las tasas de crecimiento económico que predominaban antes de la crisis. Los países siguen aferrándose a sus desfasados modelos de generación de crecimiento anteriores a la crisis. Mi suposición es que las posibilidades de crecimiento futuras de la eurozona no estarán muy por encima del 1% o el 1,5%, frente a los cálculos anteriores, que eran del 2% o 2,5%.

Mi cuarta y última predicción es que, en unas circunstancias así, el futuro de la eurozona seguirá siendo incierto. No digo que la eurozona vaya a desaparecer. Probablemente a ningún Estado miembro le beneficie abandonar la eurozona y adoptar una moneda nacional. Pero el gran peligro no es tanto la desintegración como el caos. La eurozona podría entrar en una semidepresión permanente, no tan grave como para obligar a los países a abandonarla, pero sí lo suficiente como para tener consecuencias económicas muy negativas que siguen sin resolverse.

Durante los 10 primeros años del euro hemos vivido con la esperanza de que la siguiente crisis lo arreglaría todo. No ha sido así. En el futuro habrá que pagar algún precio. A la larga, tendremos que sacrificar o bien la supremacía de las políticas nacionales, o bien el crecimiento económico y la prosperidad, o el propio euro. Hace 10 años habría estado seguro de que sacrificaríamos la supremacía nacional. Hoy sé a ciencia cierta que será una de las otras dos cosas.

© 2009 Eurointelligence. Traducción de News Clips.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_