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Crítica:DANZA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El humor más serio

Runde, Nieto y Werner suman alrededor de los 140 años. Es escena, son nuestro Nederland 3 particular y entrañable, la compañía revisionista de los que ya han pasado todo y están de regreso de cualquier cuita. La obra destila humor, pero que nadie se llame a engaño: no se trata de ser amable, sino de poner las cosas en su justo sitio.

Son irónicas, despiadadas con ellas mismas, muy señoras todo el tiempo. La sobada Cartas al director es un asunto serio y hasta realmente grave en el que destacan dos líneas: la supervivencia de las creadoras por sí mismas (de la autoestima a la coquetería), y el reivindicativo respeto por un trabajo que a veces no se ve, que vuela, que pasa ingrato (o que se oculta).

CARTAS AL DIRECTOR

Coreografía: Mónica Runde, Teresa Nieto y Carmen Werner; escenografía y vestuario: Elisa Sanz; luces: Iván Martín; vídeo: Diego Ortiz; con Daniel Abreu, Jesús Caramés, y Joaquín Hidalgo. Teatro Fernán Gómez.

Las acompañan tres bailarines que son conocedores del trabajo y de los estilos del potente trío de mujeres; ellos son distintos entre sí y hasta irregulares, pero cumplen a cabalidad su papel de partenaires, a la vez que se vuelven casi escenografía cinética.

La hipotética carta al director de un periódico no es un pretexto, sino el argumento, casi la dramaturgia. Un desarrollo fragmentado ex profeso, solos, dúos y algunos materiales de conjunto se sobreponen en un caos que puede intuir desesperación y catarsis. Las películas infantiles, más que ternura, transmiten aquello de las ilusiones perdidas. Más que evocar la magdalena de Proust, las bailarinas quieren llegar a fin de mes con la decencia que les corresponde. Más que ponerse líricas, no quieren que les cuenten más milongas.

No sé si las artistas han pensado en mandar la misiva a alguna parte (las animaría a que la enviaran a este diario, pues dice mucho en condensada letra); la calurosa reacción de público las debía impeler al sobre y el sello (o más modernas: al e-mail). En la sala había varios funcionarios públicos actuantes y gestores culturales de pro, todos con cara de póquer porque entre chiste y variación, variación y parlamento, se cantaron cuatro verdades que no hay burocracia eficiente que calle. Inteligente es ya usar la coreografía colectiva para hilvanar un discurso moral que se ha acallado en los últimos tiempos, como acertada es la estructura, alejada de cualquier petulancia y acorde pretencioso.

También es de rigor apuntar que las tres coreógrafas están en plena forma, cada una a lo suyo y cada una como es: Mónica con sus inveteradas extensiones a la rusa; Carmen con sus obsesiones por el desnudo integral y Teresa con su acento terrenal. Habría que tomar nota y guardar la carta.

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