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Columna
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Péndulo económico

Los economistas cuando describen las fases lo hacen en función de los ciclos. Los hay de onda larga, media y corta. Asimismo, los analistas económicos divisan tendencias en función del predominio de factores internos o externos; al tiempo que otras escuelas explican la coyuntura en función de las crisis de oferta y de demanda. Estarán de acuerdo conmigo en que, al final, todo es explicable, aunque a los economistas se les acusa de ser expertos en estudiar lo sucedido y no ser pronosticadores de lo que va a venir.

Ante esta evidente crítica, que no suscribo, uno viene a resaltar la explicación dada por uno de nuestros mejores economistas gallegos, Antón Costas, hoy en la Universidad de Barcelona. Dice Antón que "si el futuro, por definición, aún no existe; cómo vamos a descubrirlo antes de tiempo". En consecuencia, los economistas sí podemos ayudar a construirlo; es decir, sí podemos coadyuvar a construir sus circunstancias.

Todas las crisis o épocas de recesión son una gran oportunidad para poder posicionarse

Todas las crisis o épocas de recesión son una gran oportunidad para poder posicionarse y para poder afrontar nuevas situaciones; y sirven para ser objeto de revisitar y examinar las cuestiones pasadas. En este sentido, y siempre a mi juicio, la evolución económica de los últimos años es como un péndulo.

Después de casi 40 años gloriosos, los que van desde la II Guerra Mundial hasta la crisis de 1973, en donde las economías iban viento en popa y los países crecían a tasas anuales elevadas, vino la primera gran crisis. Fue denominada la crisis de la energía; y de ella se esperaba un cambio de civilización. Los expertos de la época se manifestaban sobre el final de un largo ciclo, se alertaba sobre los límites del planeta y sobre la necesidad de imponer topes al crecimiento. De dicha crisis aprendimos ciertos principios y se abrió camino a una sociedad diferente. Los objetivos se centraron en la dinamicidad de una economía sobre la base de premisas de mayor igualitarismo y de políticas convergentes en los planos territoriales e industriales. De esta época nace la idea del cambio técnico, la emergencia de nuevas tecnologías para aumentar la productividad y para estimular la capacidad de generar riqueza.

Este cambio de modelo fue el que permitió pasar de economías hacia adentro a economías hacia fuera. Poco a poco se fueron imponiendo las políticas de desregulación económica y, por ende, se asiste progresivamente hacia una prevalencia del mercado frente al histórico papel desempeñado por Estado regulador y comprometido.

Es decir, de una crisis en la que el Estado jugó un papel importante, en donde las apuestas keynesianas tuvieron eco y fuerza, el denominado péndulo pasó al otro extremo, esto es, al mercado.

En los años 80 los gobernantes visualizaron al Estado como el problema, y se apostó con firmeza y autoridad por las desregulaciones laborales y financieras. Aunque llegó a aumentar la productividad, la riqueza se logró a cambio de aumentar las desigualdades territoriales y de renta personal. El desarrollo de las economías desembocó en la situación de hace unos meses: el triunfo de la especulación, la carencia de control y una laxa labor de los supervisores. En suma, la actual crisis financiera es la consecuencia de la avidez de unos y del escaso control ejercido por los reguladores.

Ahora, de nuevo el péndulo nos hace mirar al Estado. Los agentes causantes de la recesión esperan y exigen a los gobiernos actuaciones firmes y rápidas. Demandan una planificación pública y reclaman que sea el Estado quien dirija la economía. Esto es, volvemos a confiar en que sea el Estado quien inspire confianza y fuerza a la nueva dinámica económica.

Una vez más se plantean aquellas cuestiones relativas a la conciliación entre progreso económico, bienestar social y reequilibrio territorial. El Estado busca y debe orientar el activismo social y debe de ejercer de líder político para definir las estrategias de colaboración y cooperación entre instituciones públicas y privadas. Se impone, ahora, el partenariado.

En apenas medio siglo, el péndulo ha ido desplazándose de un lugar a otro, y las políticas han ido cambiando según quien asumiera el liderazgo. Atendiendo a cada fase se definieron los objetivos. Pero sería un error simplificarlo en un dualismo definido con una controversia entre el mercado y la intervención pública.

Las lecciones de las crisis subrayan que debemos afianzar mecanismos de control; y tanto el mercado como las instituciones públicas deberían someterse a evaluaciones periódicas. Si los políticos son relevados de sus cargos en las elecciones; los defensores de las economías especulativas y cortoplacistas deben ser asimismo castigados con sanciones relevantes si transgreden las norma regulatorias.

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