Sangre mexicana en Venecia
Teresa Margolles lleva a la Bienal la huella de la violencia del narcotráfico
Utilizar la creatividad para otorgar una nueva lectura y significado a las muertes violentas, inútiles e injustas que asolan México es el objetivo de Teresa Margolles (Culiacán, 1963). Desde que apareció en la escena artística a finales de los años noventa, como fundadora del grupo Semefo (Servicio Médico Forense), ha dado voz y visibilidad a todas aquellas mujeres, víctimas directas e indirectas de la violencia, que cargan con una vida de lucha, dolor y muerte, sin quejas ni aspavientos. Y lo ha hecho a través de una obra que se ha ido consolidando como una de las más potentes y rompedoras del nuevo arte político.
La investigación de "la vida de los cadáveres" y sus posibilidades artísticas es el común denominador de sus performances, fotografías, vídeos e instalaciones. Desde los explícitos autorretratos con cadáver de 1998, la obra de Margolles ha ido adoptando formas cada vez más metafóricas y abstractas, hasta llegar la exposición ¿De qué otra cosa podríamos hablar?, concebida para el Pabellón de México en la Bienal de Venecia. La propuesta materializa el drama de la violencia causada por el narcotráfico sirviéndose de acciones minimalistas e instalaciones para las que utiliza residuos de ejecuciones, sangre y otros fluidos humanos recogidos por la artista y sus colaboradores en el lugar de los asesinatos. "En 2008 más de 5.000 personas murieron en México en episodios de violencia vinculados a la droga y a su represión", indica el comisario del pabellón, Cuauhtémoc Medina. "México es un país que llora", asegura escueta Teresa Margolles.
La artista usa fluidos humanos recogidos en el lugar de los asesinatos
Por eso no hay retórica ni morbo en la bandera pardusca por la sangre coagulada que ondea delante del palacio Rota Ivancich, cerca de la Plaza de San Marcos, un otrora fastuoso y hoy decadente edificio renacentista, ideal para esta recreación del horror, el dolor y el miedo.
Que la presencia de Margolles en Venecia no sería una más ya se podía intuir el pasado abril, cuando la artista intervino el Pabellón de Estados Unidos, tapiando puertas y ventanas con telas empapadas en la sangre de personas ejecutadas en la frontera entre este país y México. Las cartelas que acompañan las instalaciones explican que el olor entre ácido y empalagoso que se percibe no emana del desvencijado palacio, sino de la mezcla de agua y sangre con la que unos sombríos jóvenes lavan cíclicamente el suelo. "Todos son mexicanos, pero durante la semana inaugural todas las acciones fueron realizadas por personas que perdieron algún ser querido en esta guerra", explica la artista, que ha invadido Venecia con unas tarjetas como si fueran de crédito que por un lado indican que sirven "para picar cocaína" y por el otro muestran la espeluznante imagen de un asesinado.
Margolles también ha fabricado joyas con los cristales de coches usados en tiroteos, una línea de trabajo que ya mostró el pasado noviembre en la galería Salvador Díaz de Madrid. Unos performers las lucirán a lo largo de toda la Bienal, mientras otros bordarán, con hilo de oro sobre telas ensangrentadas, narcomensajes, amenazas y avisos típicos de los ajustes de cuentas.
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