Y ustedes más
Tengo muchos amigos aficionados a los libros sabios y viejos y a las historias, es decir, amigos expertos en la vida antigua. Casi todos me dicen que la vida parlamentaria republicana era mucho más divertida que la de hoy, mucho más.
"No sé si sabes", me decía uno, "la anécdota atribuida a Gil Robles. Un diputado de la izquierda le increpó: Es usted tan anticuado, tan retrógrado y fósil que estoy seguro de que aún usa calzoncillos largos". Y aseguran que Gil Robles le contestó: "Por Dios, nunca hubiera imaginado que su mujer fuese tan indiscreta".
"Aquellas Cortes acabaron mal", me recuerdan los amigos antiguos, "de modo que imagina cómo acabarán las de ahora". Yo les suelo contestar que las Cortes republicanas no acabaron mal por culpa de la República, pero reconozco que ante las actuales me corroen a la vez la esperanza y la duda, por no hablar del temor. Y es que las actuales no sólo están exentas de calidad y humor; es que, además, todos observamos que en el turno de preguntas no se contesta ninguna pregunta.
En el turno de preguntas los diputados no contestan ninguna
Y eso que las hay directas, concretas y, por supuesto, enojosas, respondiendo a las ansias de saber del pueblo, que sólo puede hablar cada cuatro años, pero al que le permite oír todos los días. La oposición, por ejemplo, acusa al Gobierno de un desfalco. El Gobierno, que no parece saber nada de nada, se limita a responder: "Y ustedes más". Cuando la que ha de contestar es la oposición, ésta sólo responde pidiendo al Gobierno que mire bajo sus propias alfombras. El pobre ciudadano llega a pensar que las Cortes no son la representación de los electores sino la de los elegidos, con todas las incertidumbres del caso.
Claro que entonces también había preguntas que no se contestaban, me dicen mis doctos amigos. Cierta vez un ministro de Hacienda presentaba un proyecto de ley para mejorar las pensiones de las viudas. Poniéndose en pie y con la mano en el bolsillo izquierdo del pantalón, levantó los papeles del proyecto con la derecha y gritó: "Tengo en la mano el consuelo de muchas viudas". Y desde la oposición le preguntaron: "¿En qué mano, señor ministro?".
Se ve que entonces los diputados tenían gracia. Hoy no la tienen, pero al menos, como en los exámenes, que contesten a las preguntas.
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