El grabado de Flammarion
Xavier Pericay vive desde hace unos años en Mallorca, donde da clases en la Universidad, pero a veces vuelve a nuestra levítica ciudad y ayer, aprovechando una de estas visitas, quedé con él en una terraza de la plaza del Sol y le pedí: fírmame tus cosas. Y le presenté sus dos últimos libros: la edición en castellano de Filología catalana (su autobiografía intelectual y profesional) y Josep Pla y el viejo periodismo, ensayo sobre los años de formación del venerado periodista. Este nuevo trabajo de Pericay sobre Pla, al margen de su interés histórico general, tiene un interés específico para cualquiera que incurra en este oficio de escribir en los diarios. La reconstrucción de Pericay de algunas crónicas italianas de Pla es instructiva, reveladora: sigue al detalle las certeras observaciones, de gran efecto y plasticidad, propias del acreditado talento de Pla, y también las marrullerías de zorro viejo a las que le forzaba la condición de corresponsal mal pagado por tres diarios, la práctica del recorta-y-pega, un diario francés o italiano y de adaptar el plagio a los gustos del cliente barcelonés, los del madrileño y los del mallorquín...
Filología catalana aún me ha interesado más. No sólo por las páginas de cálida evocación del poeta Vinyoli, al que admiro, sino porque hasta éstas, que creo son las primeras memorias de un miembro libre de mi generación, yo creía que de las chorradas kitsch y comederos infinitos del catalanismo no se regresa jamás, igual que no se regresa del triángulo de las Bermudas. Pero Pericay -no sólo un disidente del Movimiento Nacional Catalán, sino algo aún más meritorio y peligroso: las de un apóstata- regresó, con una flor en la mano y (casi) todas las neuronas intactas.
Tu escritura, que agradezco y en la que me reconozco, Pericay, me recuerda el famoso grabado del libro de Flammarion, en el que un peregrino medieval se asoma fuera de la campana de cristal que encierra el mundo y sus engañosos fenómenos -el mar, las estrellas, la tierra con sus ciudades y sus árboles-, y caído de hinojos, lleno de asombro, descubre y observa los ocultos mecanismos, ruedas, poleas, cadenas, que como diamantes tristes mueven este universo.
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