Rossi se queda sin retos
El italiano, que ya suma 100 triunfos, gana con claridad en Assen ante Lorenzo y Stoner
Trece años después de su debut en el Mundial, la leyenda de Valentino Rossi en MotoGP sigue su curso, se mantiene más viva que nunca y con el paso del tiempo gana en majestuosidad frente a los jóvenes pilotos que se dejan la piel en cada carrera con el único objetivo de tener la posibilidad de derrotar al mejor motociclista de la historia. Con ese planteamiento encararon esta temporada Jorge Lorenzo, Casey Stoner y Dani Pedrosa, tres irreverentes chavales que han puesto el campeonato patas arriba y que han obligado a Rossi a cambiar el paso. Como ha reconocido varias veces, estos chicos le han hecho mejor piloto, porque le han llevado a límites que ni él mismo había bordeado antes. Con su habilidad y su oficio, el piloto de Tavullia, a sus 30 años, sigue pulverizando registros, y ya son pocos los retos que le quedan. Ayer, en La Catedral, Rossi selló su último desafío al conquistar su victoria número 100 en el certamen, algo que en la historia sólo ha superado Giacomo Agostini (122). Este triunfo, el tercero que acumula esta temporada, le sirve, además, para desmarcarse al frente de la tabla de puntos, por delante de Lorenzo, que terminó segundo, y de Stoner, tercero. En definitiva, un fin de semana redondo para Il Dottore, muy bien trabajado -pole position- y mejor ejecutado -victoria y vuelta rápida-.
Llegó al centenar de victorias, una proeza sólo superada por el gran Agostini (122)
Cayó el telón y el italiano aprovechó la flojera que le sobrevino a Lorenzo para colocarse al frente del pelotón en menos de dos vueltas. En un pispás, el mallorquín se comió a Pedrosa (cuarta vuelta) y a Stoner (quinta), en dos maniobras calcadas, a la entrada de una curva, por el interior, al trincar los frenos más tarde que ellos. Con el catalán fuera de combate (se cayó en el quinto giro), Lorenzo fijó su mirilla en el colín de la Yamaha de su vecino. Ardía en deseos de devolverle la jugarreta de hace 15 días, cuando Rossi le adelantó en la última curva de la última vuelta gracias a una maniobra imposible en un punto del circuito de Montmeló en el que sólo se atreve a adelantar él. Cada uno a lo suyo, los dos circularon solos, un segundo más rápido que los demás y con un ligero margen para el italiano (un segundo y medio) la mayor parte del tiempo.
Una temporada y media después de que les presentaran como compañeros, la relación que hay entre ellos es bastante particular. Como es lógico, no hay nada que motive más a Lorenzo que batir al mejor piloto del mundo, aunque sea subido a un prototipo desarrollado bajo su batuta. Yamaha, por su parte, se mantiene alerta (casi) sin intervenir -los mecánicos de Rossi recibieron un toque de atención de los jefes por la escena de alegría desenfrenada que se vio por televisión durante el desenlace del Gran Premio de Cataluña-, a la espera de que la temperatura entre ambos alcance cotas peligrosas que puedan poner en peligro la hegemonía que exhiben las motos de la marca de los diapasones. A los japoneses ya les va bien que gane Rossi, pero la importancia de la mecánica siempre será mayor si el que vence es Lorenzo.
A diferencia de lo que ocurrió hace dos semanas, esta vez no hubo opción para maniobras de última hora, y el mallorquín decidió plegar velas nueve vueltas antes del banderazo final, cuando circulaba a casi dos segundos del liderato. Tras el accidente que sufrió en Jerez y que temporalmente le colocó en la picota, Lorenzo parece haber entendido cómo funciona esto, y prefirió reservar su ataque para una ocasión más propicia antes que arriesgarse a llevarse otro rosco a casa. Hasta en eso se puede aprender de Rossi.
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