Levantar el vuelo y triunfar
Los Ángeles Lakers, el equipo en el que juega Pau Gasol, se impuso a los Magic, en Orlando, por 88-99. Ganaron así cuatro de los cinco partidos de la recta final y se coronaron campeones de la NBA. Si las cosas hubieran estado muy ajustadas, seguramente el colosal tapón que hizo Pau Gasol al terminar el partido hubiera pasado a la historia. Y la justicia divina hubiera premiado a ese pívot de Sant Boi que con 20 años se fue a Estados Unidos a probar suerte. El año pasado, cuando los Lakers terminaron perdiendo con los Celtics de Boston en la final, a Gasol llegaron a llamarlo Winnie the Pooh, como el oso de los dibujos animados, para subrayar su blandura. Ese tapón contra los Magic resume su capacidad de superación, y simboliza la agresividad y dureza con que ahora se bate.
No hubo justicia divina allí (ni falta que le hace a Gasol), pero en España sí ha funcionado la justicia ordinaria. Sólo que con casi 20 años de retraso. En 1990, el Obradoiro de Santiago de Compostela perdió con el Juver de Murcia cuando se disputaban el ascenso a la máxima categoría. Uno de los héroes de aquel partido fue Esteban Pérez Beltrán, que hizo algunas virguerías para que ganaran los suyos.
Pronto se supo, sin embargo, que se llamaba Esteban Pérez Spatazza y que era un argentino que jugaba con un falso pasaporte español. Hubo trampa, sólo podía haber un extranjero por equipo (y el Murcia jugó con dos), así que los tribunales le dieron el triunfo al Obradoiro en 1994. ¿Qué pasó entonces para que sólo ahora pueda inscribirse en la máxima competición, la ACB? Pues que la Federación Española de Baloncesto compartía patrocinador con el Juver, y recurrió la sentencia. Esperaban que, acoso legal tras acoso legal, el Obradoiro se cansara y desistiera. Al final, y pese al suplicio judicial, ganó la tenacidad y el orgullo de los gallegos.
Queda ahora por saber qué tipo de justicia debe intervenir en el caso de Ricky Rubio. El joven base del DKV Joventut quiere probar suerte en la NBA. Pero su equipo le ha amarrado al cuello una cláusula de rescisión de contrato que pesa 4,7 millones de euros y que le impide dar el salto: los clubes de la NBA sólo pueden pagar por fichaje 390.000 euros. A Ricky Rubio sólo podría ayudarlo una suerte de justicia poética. Hay que saber dónde ejerce.
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