Torre Kaká, torre Ronaldo
Siento comenzar estas líneas con algo tan soso como un lugar común. Pero ustedes lo entenderán. El hombre es ese animal que tropieza dos veces en la misma piedra: incluso si se llama Florentino Pérez. La travesía del desierto este año para el Real Madrid ha sido tal que la afición clama por recuperar la grandeza perdida. Resulta más que comprensible. Pero en esa turbia y confusa ceguera que a veces da el fracaso conviene pedir calma. Para aprender de los errores cometidos es necesario mostrarse humilde. No parece ser el caso en esta nueva etapa madridista. Incluso cuando sus rivales han demostrado que ésa precisamente, la humildad, ha sido una de las claves extraordinarias de muchos triunfos. El triplete del Barça sin ir más lejos y aunque duela.
¿Están seguros de que Kaká cuesta 65? ¿Cuánto podrían pedir entonces por Messi, Iniesta o Xavi?
Pero todo indica que Florentino se fue entonces para volver ahora por sus fueros. El presidente galáctico -hoy no sabemos ya qué dimensión darle- ha tirado de chequera y en una actitud un tanto provinciana se ha sentado en el restaurante a pedir lo más caro de la carta. Habría que aconsejarle que el precio no siempre tiene que ver con lo más sabroso.
Dinero, al parecer, sobra. Con la operación Chamartín, cualquiera marca paquete por los mercados del fútbol. Tanto que no estaría de más nombrar a esas torres que han descuajaringado la fisonomía de la ciudad llenándola de ínfulas con arreglo a las figuras en las que se ha invertido después el dinerillo.
Torre Kaká y torre Ronaldo se imponen para esta etapa. Torre Zidane y torre Figo, los otros dos fichajes aún más caros, para la anterior. Raúl se tendrá que conformar con un chabolo. E Iker Casillas, la verdadera joya de la plantilla, que se espere a ver si no le dan su nombre a una pensioncilla de la calle de la Montera.
El amigo Pérez ha vuelto y ha roto el mercado. Pero las discusiones y los debates están mal planteados. Se quedan en la superficie, en lo manido. Bien, de acuerdo, no conviene fantasmear con signos de derroche en plena crisis. Por una mera cuestión de decencia y aunque vayas a recuperar el dinero invertido. Lo grave es otra cosa: ¿realmente Cristiano Ronaldo vale 94 millones de euros? ¿Están seguros de que Kaká cuesta 65? ¿Cuánto podrían pedir entonces por Messi, Iniesta o Xavi?
Sin alharacas ni fiestas con Paris Hilton, donde corren botellas de champán a 1.000 euros el descorche -como parece que celebró el portugués su fichaje en Los Ángeles-, aquellos tres le dan mil vueltas. ¿Qué es Cristiano Ronaldo sino otro Beckham superestar, otra versión más chula y sin mechas del más que sobrevalorado Guti? Atentos por cierto a la nueva y apasionante competencia entre los modelitos del nuevo, del metrosexual segundo capitán y de Sergio Ramos. Va a resultar apasionante para los chismorreos del corazón.
Menudo ambiente para el vestuario. A ver quién le baja los humos. Valdano, tirando de eufemismos, ha dicho que sabrán gestionarlo. No se me ocurre mejor manera de disimular la que se viene encima. Quiere decir que tanto él como el pobre Pellegrini intentarán domar esa tendencia egomaniaca del portugués que le hace acudir al banquillo a atusarse el peinado después de rematar de cabeza. Digno símbolo este Cristiano Ronaldo para una historia que se repite y que acabó reventando anteriormente por los caprichos y las pataletas de las figuronas.
No es por nada, pero parece que el florentinismo vuelve a las andadas. Por darle la vuelta a otro tópico: el fútbol no es así. No es esa sistemática obsesión por el escaparate, por el anuncio, por colocar VIPS en los palcos. No es galería. El fútbol es cultura del esfuerzo, trabajo en equipo en pos de una ilusión colectiva. No es pase de modelos ni sentimiento de superioridad campeadora a base de chequera. Aviso. Puedes pagar miles de millones de euros, rebasar con un fichaje el presupuesto anual de 16 clubes de primera, como ha sido el caso, y palmar. No es por aguar la fiesta. Pero el fútbol es así.
Por lo pronto, a ver si esos 94 kilillos le van a servir al Manchester para reforzar el equipo de tal manera que en un cruce con ellos en la Championons le hagan un agujero y se quede el personal con cara de memo. Lo siento, desde mi declarada fe culé no quería llegar a tanto. Pero, querido y sufrido madridista, piénsalo bien: torres más altas han caído.
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