Arroces y vinos

Todos los días arroces, de carnes o de pescados, de mariscos o verduras, algunos pocos mixtos, todos conseguidos.

En El Tossal se especializaron desde su nacimiento en estos platos y los combinan en sus diarios menús con otros con raíces en el terruño, simples en su concepción y efectivos en el gusto, que dejan al comensal -que añora en muchos casos y en otros inventa y sueña los sabores del hogar- complacido con la fórmula. Ensalada verde con queso y piñones, que incluye amargos primaverales como el espárrago, aliñada con aceites vírgenes, es una constante en los menús de día.

En nuestro caso también un juego de salazones que incluía mojama, hueva y bacalao, enfrentados a unos supuestos complementarios, como son los pimientos rojos asados y un punto caramelizados o las mermeladas y otros dulces.

Y al fin el arroz, de mar con sus almejas o de tierra con el lomo de cerdo y las verduras que ahora se enseñorean del campo: en ambos casos justo de cocción y de sabor, sin estridencias, tal como se compadece con la amplísima experiencia de los cocineros en esa materia.

Para beber vinos varios, aunque con la imprescindible procedencia de nuestra Comunidad. En una carta que los clasifica por colores, al igual que las cartulinas donde están impresos, ajustados de precios con todas las calidades y marcas, servidos a la temperatura adecuada y en brillantes copas.

Mas, la pregunta parece obligada: ¿es conveniente limitar la oferta a los que aquí se producen, cuando existen otros de su misma banda de precio y calidad tras las fronteras? Si no somos capaces de integrar nuestras comidas con los vinos foráneos -por razonamiento o por actitud- parece necesario asumir que tampoco los platos del exterior deberán convivir -al gusto de los que los sirven- con nuestros cada vez más conseguidos productos de la uva.