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Columna
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Democracia ciudadana

Acaban de celebrarse en Alicante las II Jornadas de la Ciudad. El alicantino ha tenido ocasión de asistir, durante quince días, a diversas charlas, exposiciones y debates donde se ha analizado y discutido el pasado y el futuro de Alicante. Este ha sido el tercer año que se celebran las jornadas, que van tomando carta de naturaleza entre nosotros. Hablar de éxito multitudinario para referirnos a ellas sería exagerado; en estos actos, la presencia del público es, como sabemos, limitada. Ahora, es indiscutible que un proyecto que comenzó de manera modesta, ha ido interesando a un mayor número de personas en cada ocasión. Si se pretendía llamar la atención sobre los problemas de Alicante, no hay duda que se ha logrando el objetivo.

De la organización de las jornadas se ocupa la Plataforma de Iniciativas Ciudadanas, la PIC. Esta asociación un tanto peculiar está formada por personas a las que les une una sincera preocupación por la ciudad. ¿No es este el espacio donde discurren cada día nuestras vidas? Sus componentes son simples ciudadanos que pretenden hacerse oír en los asuntos de Alicante. En el surgimiento de la Plataforma han influido diversas circunstancias pero, de modo general, podemos decir que es una consecuencia de la propia evolución de la ciudad. Ha sido el desarrollo de Alicante, y el asentamiento de su universidad, lo que ha favorecido su existencia. No creo exagerar si digo que la aparición de la PIC es uno de los sucesos más relevantes que se han dado en Alicante en los últimos años. Si las cosas siguen por el camino actual, podremos apreciarlo de forma más nítida dentro de un tiempo.

De modo más directo, la Plataforma es consecuencia de la oposición de los alicantinos a que se construyera el palacio de congresos en el monte Benacantil. El empeño del alcalde Díaz Alperi tropezó con un buen número de personas decididas a que no continuara la destrucción de la ciudad. Por una vez, la acción popular logró desbaratar los planes municipales y Díaz hubo de renunciar al proyecto. La contestación al Plan Rabassa -un regalo del Ayuntamiento al constructor Enrique Ortiz- dio nuevos argumentos para la movilización popular. Más allá de estos asuntos concretos, la Plataforma ha tenido otros efectos que quizá habría que considerar de mayor importancia, pues han roto los clichés sobre los que se había edificado la imagen de Alicante. Los hechos han demostrado que el menfotisme, esa expresión que tradicionalmente ha servido para justificar el desinterés y la inhibición del alicantino no es más que una invención de la clase dirigente.

Como es natural, la presencia de la PIC en la vida de Alicante ha levantado recelos. Es lo que acostumbra a ocurrir cuando se rompe una situación establecida y la democracia se convierte en un asunto colectivo. Los partidos políticos han sido los más afectados por la situación, porque han perdido la exclusiva ante la opinión pública. De pronto, se han encontrado con un grupo de ciudadanos que intervenía en un espacio reservado para ellos; sus ideas ya no eran aceptadas sin más, sino que tenían enfrente a quien las discutía, poniéndolas en solfa. El problema es peculiar porque la PIC, como ha dicho repetidas veces, no pretende sustituir a los partidos, pero hace política. Como el PP se ha visto afectado directamente en las decisiones municipales, ha procurado desacreditar a la Plataforma por cualquier medio; el desconcierto, sin embargo, ha sido mayor en las filas del PSOE, que no ha sabido cómo reaccionar al ver disputado su espacio ideológico.

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