Supervivientes de otras crisis
Un libro recuerda a empresarios que salvaron grandes dificultades
¿Cómo logró sortear la primera refinería instalada en Portugal las limitaciones a las importaciones de crudo en plena Segunda Guerra Mundial? ¿Hasta qué punto fue visionario su fundador, un gallego de origen, Manoel Cordo Boullosa, que con los años se convertiría en magnate del petróleo y segunda fortuna del país vecino? ¿Cómo logró mantenerse prudentemente distante de una dictadura como la de Salazar? ¿Cuánto de gallego tenía más allá de la boina calada que siempre usaba? La de Cordo Boullosa, medalla Castelao, es una de las 22 biografías que ilustran el segundo volumen de Empresarios de Galicia, una obra editada por la Fundación Caixa Galicia y la Fundación Galicia Empresa que viene a servir de atril sobre el que se proyectan las vidas de emprendedores que, en muchos casos, hicieron de las necesidades, y las crisis, virtud.
"La historia importa". Lo dijo José Luis Méndez, director general de Caixa Galicia, en la presentación del libro, bajo la coordinación del catedrático Xoán Carmona Badía. "Para evaluar la gravedad de una crisis como la actual, para saber dónde estamos exactamente, precisamos referencias históricas, saber si ahora los problemas son más o menos graves que en otras crisis anteriores", advirtió Méndez. "Es ahora cuando todos los analistas recuerdan la historia".
Dicho y hecho. Empresas que salieron de procesos de reconversiones industriales más fuertes que nunca; pioneros de la publicidad moderna cuando todos la consideraban un gasto, y no una inversión; impulsores de distritos industriales como el de la cerámica valenciana, que ya hace décadas no tenía nada que envidiar al clúster gallego del automóvil... Empresarios como Matías López, Eloy Domínguez Veiga, Eduardo Barreiros, Bartolomé Freire, Luis Regojo o José Riestra ponen nombre a la superación en tiempos de crisis, de las que salieron con mayor o menor fortuna.
"El caso de Bartolomé Freire es uno de los más significativos. Megasa fue capaz de resistir el proceso de reconversión y salir reforzada. Ocurrió cuando muchas otras compañías se vieron abocadas a la desaparición". Lo explica Xoán Carmona, coordinador de la obra, que apunta además que "lo que le ocurrió a Luis Calvo es otro ejemplo". "Una empresa pesquera que nace por la iniciativa de personas ajenas a ese sector, en un Vigo que ya tenía empresas con experiencia", cuenta para reforzar la idea de que, a veces, no importan los problemas, sino las soluciones. "La desaparición de la sardina, entre los años 1946 y 1955, les forzó a renovarse y a buscar nuevos caminos, cuando muchas fábricas, sin embargo, se quedaron de brazos cruzados esperando que se recuperase el recurso", arguye. "Ellos fueron capaces de ver una oportunidad en una situación crítica".
También de las derrotas empresariales se aprende. La ascensión y caída de la casa Riestra muestra cómo la ambición no lo es todo. También hace falta la suerte. Julio Camba dijo del impulsor del balneario de La Toja que "en Pontevedra y su provincia dos y dos no llegan a ser cuatro mientras el marqués de Riestra no lo autorice". Se refería a José Riestra López (1852-1923). "Fue una de las empresas que se vieron barridas del mapa en situaciones difíciles", explica Carmona. "Se volcó en intentar vender los jabones y las sales en Latinoamérica, pero el mercado no respondió".
BARTOLOMÉ FREIRE
El secreto para no caer en manos de los gigantes del sector
Con un único empleado en una nave habilitada para cortar restos de chapa de acero de los astilleros de Ferrol. Así empezó Bartolomé Freire (1904-1997), impulsor de la primera siderúrgica gallega, hoy en manos de sus hijos y sobrino. Corría el año 1931, recién proclamada la II República, y Freire había regresado de Cuba.
Si el esfuerzo constante marca la trayectoria de cualquier emprendedor, el aprovechamiento de oportunidades de negocio, primero con equipos para centrales hidroeléctricas y después en la obra civil, consolidaron el proyecto de Metalúrgica Galaica desde Narón, que también supo aprovechar los incentivos de los planes de desarrollo franquistas para abrir mercados internacionales. La prueba de fuego que superó la empresa fue la reconversión siderúrgica requerida tras la entrada de España en Europa.
Al cierre de una de sus filiales se sumaría la ventaja de contar con un endeudamiento más bajo que sus competidores. Y una decisión trascendente que podría haber dado un vuelco a su saneada situación: la negativa de la familia Freire, contra viento y marea, de fusionarse con Sidegasa, aquella suerte de gigante que se levantó con dinero público en el corazón de Galicia, en Teixeiro, y que acabó finalmente suspendiendo pagos a finales de los ochenta. Las presiones del Ministerio de Industria no lograron doblegar la posición de la familia y Megasa se sitúa hoy entre las diez primeras siderúrgicas españolas.
EDUARDO BARREIROS
El hombre que volvió a pisar el acelerador en Cuba
Tuvo un sueño, lo cumplió, y de paso hizo posible el de miles de españoles. Eduardo Barreiros, a quien el segundo volumen de Empresarios de Galicia califica como el mayor empresario privado en la historia del sector español del automóvil, puso sobre ruedas un capitalismo todavía en pañales en plena década de los sesenta. Y lo hizo en familia, pero muy solo. Suanzes, otro gallego como él, todopoderoso impulsor del Instituto Nacional de Industria (INI), ni siquiera llegó a recibir al orensano de Gundiás en su despacho cuando más proyectos tenía en mente y más deudas arrastraba su proyecto.
De la cabeza de Barreiros (1919-1992) surgió primero la conversión de los motores de gasolina en diésel, después la fabricación de camiones y vehículos industriales en serie y, finalmente, la alianza con la multinacional norteamericana Chrysler. En un principio fabricó el Dodge Dart, un coche medio en Estados Unidos pero todo un lujo sobre suelo español. Las previsiones de ventas, de hasta 15.000 unidades que saldrían el primer año de la fábrica de Villaverde, en Madrid, pronto fueron tumbadas por la realidad de un país aún paralizado por la autarquía franquista. La solución, fabricar un utilitario de comercialización masiva, el Simca español.
En los años dorados de Barreiros Diésel, la planta de Villaverde llegó a emplear a 25.000 trabajadores. Después tuvo que abandonar Chrysler y dar el salto a la Cuba de Fidel Castro, donde promovió el desarrollo de la automoción a partir de 1982.
LUIS CALVO SANZ
El primero de la clase en innovar
La historia de la primera conservera española y quinta del mundo, capaz de colocar en el mercado cada año hasta 900 millones de latas, no se podría entender sin la capacidad de anticipación de su fundador, Luis Calvo Sanz (1897-1980). Su nombre es ya sinónimo del éxito por la vía de la innovación. Xan Fraga, autor del capítulo dedicado al creador de Calvo, señala que cuando a principios de los noventa se produce, una tras otra, la caída de históricas del sector (Massó, Curbera, entre otras), sorprende el paralelo crecimiento de un grupo de nuevos líderes entre los que situaba la compañía con sede en Carballo. Todo tiene una explicación.
En los años cincuenta inventó una empacadora de latas de atún que funcionó y se convirtió, además de una herramienta de trabajo imprescindible para sus trabajadores, en un negocio paralelo del grupo. Y si innovador fue ese proceso de industrialización, no lo fue menos su capacidad para detectar que la carestía de pescado en Galicia en determinadas épocas obligada a buscar fuentes de abastecimiento en otras latitudes. Así introdujo en España la especie yelow-finn, el atún claro.
Después vendrían una flota propia de barcos atuneros, el salto a otras latitudes con la instalación de plantas de producción y la compra de grandes marcas (Nostromo, Gomes da Costa). Por innovar, Calvo hasta aplicó la comercialización en España del pack de tres latas de atún, idea que tomó en una feria internacional al ver el buen resultado de un soporte similar empleado para comercializar latas de cerveza. Hoy la compañía, convertida en multinacional, afronta un nuevo relevo generacional para dar paso a los terceros Calvo de la saga. Sin salir de Carballo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.