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Columna
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De putas y mendigos

Son poco más de las nueve de la mañana. Un sol radiante calienta las calles de Granada. Una mujer joven está sentada en el escalón de la puerta de la Basílica de la Virgen de las Angustias. Cubre su cabeza con un pañuelo al modo gitano. Tiene un hermoso rostro clásico, con un punto de tristeza en su mirada. Cada vez que sale alguien de la iglesia, extiende la mano. Pide limosna.

Pasan unos minutos y llegan otras dos mujeres, de mayor edad. Cada una carga una pequeña silla de enea. Tienen un aire parecido al de la primera mujer. Pero éstas hablan un español con acento del Sacromonte, el barrio que acoge una nutrida colonia gitana.

Las dos recién llegadas se enzarzan en una agria disputa con la mujer del pañuelo. Una de ellas alza su silla y amenaza con estampársela en la cabeza. La imagen es patética: pelean por una limosna.

Ese mismo día, en el Ayuntamiento de la ciudad se terminaba la redacción de una llamada ordenanza de medidas para fomentar y garantizar la convivencia ciudadana en el espacio público de Granada. Los grupos políticos popular y socialista están eufóricos: han terminado un trabajo de 18 meses y alumbrado una norma legal de 184 artículos y 140 folios. Se regula prácticamente todo: desde el respeto a la hora de la siesta a las defecaciones humanas en la vía pública.

Me alarman algunos titulares de prensa: se multará a los mendigos, a los muertos de hambre que rebusquen en los contenedores de la basura, a los infelices negros africanos que te venden pañuelos de papel en los semáforos.

Es cierto que las calles de Granada, y de todas las ciudades, acogen un mayor número de desesperados. Lógico: en este bastión del bienestar que llamamos Unión Europea hay 78 millones de personas que viven en situación de pobreza. Uno de cada seis ciudadanos europeos es pobre. Ésa es la conclusión a la que se llegó el pasado fin de semana en el Encuentro anual europeo de personas en situación de pobreza celebrado en Bruselas.

La mayoría son los llamados "trabajadores pobres". Tienen trabajo, pero un salario mísero. Hay quien está en peores condiciones: los que perdieron su trabajo. Los que huyen de su país para no morir de hambre y van a caer a ciudades como Granada, donde no tienen más remedio que ponerse a limpiar parabrisas ante el semáforo.

No saben esos pobres negros africanos que les pueden multar hasta con 1.500 euros (Articulo 51.3 de la Ordenanza). Casi lo mismo puede sucederle a un mendigo si adopta una actitud "insistente, intrusiva o agresiva". Por ejemplo, esa gitana que insiste en venderte un brote de romero. Multa de 1 a 750 euros al canto. También se persigue la práctica sexual en los espacios públicos, sea o no remunerada.

Me alarma esta detallada relación de multas. ¿Quién desea buscar alimentos en un cubo de basura o prostituirse? Me tranquiliza algo la concejal socialista (en la oposición) Ana Muñoz: los socialistas promovieron la ordenanza, entre otras cosas, para que el Ayuntamiento (en manos del PP) "se preocupe por perseguir los atentados contra la dignidad de las personas, el acoso a menores, las actitudes xenófobas". Por ejemplo, habrá un Programa para la Ordenación del Trabajo Sexual que informará a quienes ejercen la prostitución de los servicios sociales, educativos y sanitarios a su disposición.

Es posible, sí, que dé resultado. Habrá que verlo. La ordenanza se aprobará la próxima semana. Con el voto en contra de Izquierda Unida. Su coordinadora local, Maite Molina, me comenta que ellos prefieren que, antes de multar, se promuevan medidas de apoyo social a los marginados.

Una sociedad desarrollada y democrática no puede tolerar que sus ciudadanos tengan que pelear por una limosna a la puerta de una iglesia.

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