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Reportaje:

Días decisivos en el Giro

La maratón de hoy y la contrarreloj del jueves marcarán la carrera

Carlos Arribas

Cuenta Geert Leinders, un humanista que hace de médico del Rabobank, una curiosa paradoja, un mecanismo mental que se reproduce en su equipo desde la caída de Pedro Horrillo: "Todas las noticias que llegan del hospital son tan buenas, va tan bien su recuperación, que nadie se atreve a creérselo. Comparan la imagen de la caída, la foto del precipicio, con las noticias médicas y creen que es imposible".

Si a sus seseras les cuesta asimilar el concepto de lo imposible posible, a otros, como a los que piensan el Giro, les martiriza otra paradoja, la de lo posible imposible o cómo para recrear una época y una épica no basta con los decorados y la iluminación cinematográfica. Y la contradicción la sacó a la luz nada menos que Lance Armstrong, para quien el show parecía destinado.

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Hace cien años y seis días nació el Giro. El primer ganador fue Luigi Ganna, un albañil de Varese que bajaba a diario a trabajar a Milán en bicicleta. Cien kilómetros de ida y cien de vuelta. Para celebrarlo, el domingo, el Giro organizó un caótico critérium en el centro de Milán en el que los corredores interpretaron el papel del albañil varesino, el primer Luisón del ciclismo, de mala manera, incapaces de dar a su actuación el tinte épico que encanta a las cámaras.

Un día de junio del Giro de 1949, Fausto Coppi fue ya para siempre un uomo (hombre) solo al commando (mando). Ocurrió en la Cuneo-Pinerolo de los cinco gigantes (Maddalena, Vars, Izoard, Montginevro y Sestriere), en la que, en fuga desde el primer puerto, se impuso con más de 11 minutos sobre Gino Bartali. Fue la cima del coppismo, un momento que se quiso honrar repitiendo hoy el trazado de hace 60 años. Pero una avalancha en la Maddalena, la entrada a Francia, ha obligado a transformarlo en una maratón de 262 kilómetros (la tercera etapa de 2009 con más de 250) con sólo dos grandes puertos, el Montcenisio y Sestriere, con la última cima a 61 de la meta.

Esta metafísica no interesa lo más mínimo a los que piensan en ganar el Giro, que son ocho corredores más apegados a la realidad de los porcentajes y los kilómetros y condenados, según Ivan Basso, a hacer prueba de constancia, todos unidos en los Apeninos, hasta que la contrarreloj de 60 kilómetros del jueves los separe.

La sentencia, que, de cumplirse, otorgaría la victoria del Giro a uno como David Leipheimer, constante y contrarrelojista, no cuadra con el pensamiento de los dos españoles de la cabeza. Carlos Sastre acepta lo de la constancia -"una gran vuelta siempre la gana un constante", dice-, lo que le favorece a él, que es el más fondista de los fondistas, pero no lo de la imposibilidad de ganar el Giro como el Tour, con un ataque a lo Alpe d'Huez, y piensa que las llegadas del Block Haus o del Vesubio podrían dar mucho juego. "Además", dijo ayer, día de descanso, "me da la impresión de que Leipheimer no está bien". A su vez, Denis Menchov no acepta la condición de la constancia, pero sí lo de la contrarreloj: "¿Y si el jueves saco dos minutos a todos? No es imposible. Estoy muy bien".

Clasificación general (ayer, descanso): 1. D. di Luca (Ita. / Lpr.). 6. I. Basso (Ita. / Liq.), a 1m 14s. 7. C. Sastre (Cér.), a 1m 24s. 25. L. Armstrong (EE UU / Ast.), a 4m 39s.

Carlos Sastre.
Carlos Sastre.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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