_
_
_
_
_
ÁREA DE META
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Dolor

Les reconozco que soy de los que se sintieron representados en las palabras de Susaeta cuando decía que no quería ningún recibimiento, ya que el Athletic había sido derrotado de manera contundente en la final de Copa de Valencia. Cuando escuché que se había organizado este evento, sentí una enorme decepción porque asociaba derrota y festejo y mi conclusión era que si el Athletic aceptaba celebrar las derrotas es que habíamos desistido de conseguir victorias. Además, para mi argumentario me venía muy bien una serie de grandes decepciones en unas cuantas finales perdidas para llegar a la conclusión de que lo que estaba previsto nos llevaba al alma de un club resignado a la derrota. Como el fútbol me ha permitido compartir experiencias con unos cuantos entrenadores, uno encuentra la frase exacta que defina el tema. La mía venía de Luis Aragonés y me la prestaba en la llegada a Valencia tras finalizar la Liga en segunda posición (en la temporada 1995-1996). Ante el gentío que inundaba el aeropuerto de Manises, Luis sentenció: "Equipo que celebra un segundo puesto no llega a nada". Por tanto, tenía listos argumentos, conceptos y emociones para cerrarme a los fastos de ese día.

Pero quiso la casualidad que, al observar el detalle del recorrido que seguía la comitiva rojiblanca, me diera cuenta de que pasaba justo debajo de nuestra casa, casa que cuenta con un amplio balcón que podía acoger a un numeroso grupo de niñas, amigas de mi hija, e hinchas del Athletic. Y ésa fue la invitación para pasar la tarde del viernes 15 de mayo.

Cuando llegué a casa, la comitiva del Athletic hacía un rato que había pasado, pero el impacto del tránsito continuaba dentro de la casa, tanto que volvimos todos a asomarnos cuando el autobús oficial hacía el trayecto de vuelta en dirección a la Diputación, autobús en el que desde la altura sólo podíamos ver su techo..., pero ¡qué techo!, ni más ni menos que el que albergaba a los jugadores y técnicos de los leones. La ilusión volvió a brillar en todos aquellos ojos, los gritos de ánimos brotaron en todas las modalidades y los cánticos llenaron un espacio que una hora antes era sólo un balcón vacío. La ilusión y el honrar a los tuyos aun cuando no hayan logrado traer la Copa, la emoción de compartir con tantos un proyecto singular, la posibilidad de agradecer a todos ésos que ocuparon Valencia con sus cantos, sus camisetas rojiblancas y sus bufandas (¡bufandas para mayo, en Valencia!; están locos estos bilbaínos), para dar su aliento a un sueño que no tuvo Copa, pero sí comunión entre equipo y público.

Y mis dudas se disiparon quedándome con la emoción de algo singular que me permitía vivir la decepción de la derrota desde el orgullo de los derrotados, los mismos que le cantaron al Barça al grito de ¡campeones!; la dignidad de los derrotados elegantes que se aprestan a preparar sus mejores galas para volver a intentarlo en la Supercopa, que nos traerá el regalo del Barça en agosto. Pensaba en todo esto cuando me vino a la mente la imagen de Pedro Horrillo, envuelto en su dolor. No conozco a Pedro, sólo soy un fan suyo y de lo que sus letras me traen a mi mente de deportista. Me lo imagino, dentro de unas semanas, honrando a sus heridas, honrando a sus dolores. Sé que no son comparables, pero sólo deseo que nos cuentes esta prueba con la lucidez de tus ideas, el cómo has llevado luz a este momento oscuro.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_