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Columna
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Un regalo de Camps para Alicante

El martes pasado, en lugar de comparecer en las Cortes donde se le esperaba, Francisco Camps tomó un avión, viajó a Boston, y se trajo a Alicante el regalo de la Volvo. Las tres próximas salidas de la competición se celebrarán en la ciudad, donde se instalará, además, un museo marítimo. La conducta del presidente podrá parecernos poco democrática, pero nadie dudará de su eficacia política. Puesto a elegir entre las preguntas incómodas de la oposición o el éxito mediático de contratar la prueba, Francisco Camps no tuvo dudas. Al día siguiente, todos los periódicos hablaban de ello.

Quien piense que el incidente de Mónica Oltra -una torpeza de Costa- le restará votos al presidente, muestra una confianza excesiva en la memoria del elector; estas cosas se olvidan en un par de semanas. En cualquier caso, Camps ha dejado claro que trabaja para ganar las elecciones: un triunfo en las europeas le dejaría entreabierta la puerta de la redención. La doctrina del PP quiere que una victoria electoral exima de cualquier falta a los vencedores: todos -¿también los jueces?- nos sentimos inclinados a la disculpa.

A su regreso de Boston, Sonia Castedo compareció exultante ante los periodistas para comentar la noticia. No le faltan motivos a la alcaldesa de Alicante para sentirse contenta: las tres salidas consecutivas de la Volvo hacen feliz a cualquier alcalde. Esta mujer gobierna con una mezcla de inconsciencia y gallardía de la que obtiene unos resultados excelentes: su popularidad no deja de crecer cada día. Puede eliminar la vivienda social de los presupuestos municipales, o regalar el dinero del Ayuntamiento a los promotores, pero lo hace de una manera tan natural y desenvuelta que pocos se lo tienen en cuenta. El alicantino prefiere la gracia a la esencia.

A la hora de hablar de la Volvo, Castedo no se ha cansado de repetir que la regata le resultará gratis a Alicante. La alcaldesa nos toma por ingenuos y se permite abusar de nuestra confianza. Es posible que al Ayuntamiento no le cueste un euro la competición, pero lo que nos ahorramos como alicantinos lo pagaremos como valencianos. Tres ediciones de la Volvo tienen un precio que, tal como se cotizan los eventos, no será precisamente barato. ¿Cuánto? Nada se ha dicho al respecto. La Volvo es un regalo de Camps para Alicante, y el presidente sabe que en cuestión de obsequios es de mal gusto hablar de dinero.

Ahora, falta ver si la regata tendrá algún efecto perdurable sobre la ciudad. En la ocasión anterior, los únicos satisfechos fueron los hoteleros y los restauradores de lujo que durante unos días llenaron sus establecimientos. La propaganda oficial ha dicho que la Volvo tuvo un impacto económico de 70 millones de euros, creó 1.500 puestos de trabajo y Alicante recibió la visita de un millón de turistas. Las cifras están, evidentemente, exageradas y no tenemos modo de contrastarlas. Tampoco los especialistas en turismo se ponen de acuerdo en los resultados de estas acciones sobre las ciudades. De cualquier modo, en esta ocasión, las cosas son diferentes pues se trata de tres regatas consecutivas, lo que supondrá que se instalen en Alicante las oficinas de la competición. Hay, pues, tiempo por delante para hacer bien las cosas. Castedo tiene una magnífica ocasión para mostrar su competencia, y nosotros para comprobar si sus condiciones van más allá de las de una simple animadora.

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