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Reportaje:SILLÓN DE OREJAS

¡A comer, que se acaba el mundo!

Manuel Rodríguez Rivero

A lo mejor ha llegado el momento de reponer, con honores de reestreno preferente, La grande bouffe, la película de Ferreri que logró un singular succés d'escandale en el Festival de Cannes de 1973. Como posiblemente recordarán algunos de mis improbables lectores, la cinta cuenta el encuentro de cuatro problemáticos varones (Mastroianni, Piccoli, Noiret, Tognazzi) que, cansados de sus tediosas existencias, deciden encerrarse en una villa para suicidarse comiendo (y fornicando) hasta la muerte, un empeño en el que, finalmente, se verán asistidos por una fascinada profesora (interpretada por la estupenda Andrea Ferréol). Lo que entonces se leyó como una grotesca alegoría de lo que se llamaba "sociedad de consumo", podría verse ahora como puro socialrealismo, a juzgar por la omnipresencia de los temas gastronómicos en los medios y el incremento del interés hacia el espectáculo de la manduca tal como lo entienden los chefs. Mientras los grandes cocineros exigen su lugar en el museo -y mejor al lado de Vermeer que de los accionistas vieneses-, la crisis ha convertido los libros de cocina en uno de los pocos productos editoriales que proporciona alegrías comerciales, al menos en los países (todavía) ricos. Claro que, en contra de la irritante retórica minimal de los "artistas" culinarios, los libros que se venden son aquellos que explican cómo comer más gastando menos. Se nota que a la gente que (todavía) se lo puede permitir le ha dado o por mimar el cuerpo o, en el peor de los casos, por convertir su ansiedad en bulimia. Los que se llevan son los recetarios para bolsillos apurados, de manera que la nueva consigna gastrobibliográfica parece resumirse en: comer bien, comer más, comer por menos (tiempo y dinero). De entre las novedades que me han interesado selecciono Bueno, bonito y barato, de Elena Figueras Albi (Debolsillo); Cocina asequible, de Fernando Canales (Ediciones B), y Recetas para novatos: más allá del bocadillo de chóped, de Laura Donada (Punto de Lectura), tres ejemplos de la nueva moda del austerity chic que, según The Economist, ya ha llegado hasta las más exclusivas delicatessen y tiendas para gourmets. Observo con satisfacción que en los recetarios predominan materias primas humildes y preparadas sin la farfolla de la cocina-espectáculo. Entre todas ellas merece mención especial la humilde y sustanciosa patata, a la que Michel Onfray, el más epicúreo de los gastrofilósofos, sigue ponderando por ese carácter "noble y popular" que tan bien supo reflejar Van Gogh en una de las más estremecedoras ceremonias de interior jamás pintadas. Por lo demás, los autores de los libros citados parecen haber tenido más en cuenta a Gargantúa que a Brillat-Savarin, algo que seguramente llena de alegría a Carpanta y Protasio, dos viejos amigos que han regresado a su domicilio bajo el puente después de que el banco les arrebatara su casa.

Bios

Mientras nuestros combativos sindicatos celebraban el Primero de Mayo subrayando en la calle sus distancias (¿un centímetro? ¿quizás uno y medio?) con el Gobierno, me dediqué a hojear algunas de las novedades biográficas que los amables editores tienen a bien enviarme (ya ven: como los sindicatos soy agradecido) con el único fin de entretener mis ocios y ver si, de paso, aquí se les menciona (positivamente) y se ahorran el (exiguo) presupuesto para publicidad. Lo de (la mayoría) de los editores (y no hablo precisamente de los pequeños) es estupendo: estoy seguro de que lamentarían que se fueran al traste los suplementos culturales, pero no les apetece mover un dedo publicitario para contribuir a hacer su existencia menos azarosa. Quizás todavía no han comprendido que la publicidad es, precisamente, uno de los requisitos fundamentales de una información y una opinión cultural libres. En cuanto a lo de las "novedades biográficas", debo matizarlo. Adolf Hitler, una biografía narrativa (Ediciones B), del laureado historiador John Toland, fue publicado hace más de tres décadas en la misma traducción. Se trata de una extensa (1.500 páginas) y muy legible "biografía narrativa" que, si bien no es comparable en rigor a la de Ian Kershaw (Península), ha sido, durante muchos años, una de las preferidas por los lectores. Más novedosa, a pesar de que sea la segunda (treinta años después) inmersión del autor en su sujeto es Adolfo Suárez, ambición y destino, de Gregorio Morán (Debate: en librerías el 29 de mayo). Contrastando con el libro de Cercas, el de Morán se concentra desde el principio en las razones y el proceso (biográfico y político) por el que el más universalmente odiado de los políticos españoles de la Transición terminó convertido (por los mismos que lo destruyeron) en el gran icono ("inofensivo") de la democracia. Todo ello en el estilo inconfundiblemente faltón y agresivo del autor, que hace gala de no dejar (casi ningún) títere con cabeza, colocando en el mismo saco a políticos oportunistas, hijos majaderos, periodistas venales o (célebres) banqueros con halitosis, en una actitud visceral y políticamente malcontenta que se anuncia desde la dedicatoria: "A mi generación, que empezó luchando contra la mentira que fue el franquismo, y que luego acabó aceptando todas las demás". Al igual que sucedió con algunos de sus libros anteriores, como Miseria y grandeza del Partido Comunista de España, 1935-1985 (Planeta) o el controvertido El maestro en el erial, Ortega y Gasset y la cultura del franquismo (Tusquets), esta biografía de Suárez está destinada a levantar ampollas. Y a venderse, claro.

Engels

Un fantasma recorre las mesas de novedades de las librerías europeas: el revival de la teoría, historia y práctica revolucionaria. Desde principios de los ochenta no se veía algo parecido: Marx, Trotski, Lenin, Bakunin, Kropotkin, y hasta Althusser y Poulantzas, vuelven a las estanterías al socaire de la crisis. Regresa el marxismo, aunque sólo sea por un rato. Y hasta los chinos, tan aplicados, van a estrenar una comedia musical basada en El Capital: la acción transcurre en una empresa, con los obreros haciéndose conscientes de su explotación (ya ven: un planazo). De entre toda la notable producción editorial acerca del marxismo y sus iconos he leído de un tirón (y recomiendo su traducción) The Frock Coated Communist (algo así como "el comunista con levita"), de Tristram Hunt, una estupenda biografía de Federico Engels en la que la pareja de hecho de Marx es presentada como un bon vivant rabelaisiano -le encantaba disfrutar de la bebida, la comida, el sexo y hasta la caza del zorro- que, tras el fracaso de la revolución de 1848, no dudó en volver a su despacho de patrono capitalista para poder financiar a su amigo, que se pasaba los días en la British Library escribiendo Das Kapital. Engels fue una especie de revolucionario esquizofrénico, pero sin atisbos de mala conciencia. El libro lo ha publicado Allen Lane y puede ser suyo por sólo 25 libras (15 si lo piden a través de Amazon.co.uk; de nada por el soplo).

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