El hombre que amaba el enigma
En 1941 la Warner Brothers contrató a John Huston para que dirigiera una película basada en El tesoro de Sierra Madre, una novela que había tenido gran éxito en Europa y que por aquel entonces se estaba afianzando también en Estados Unidos. Como Huston, además del realizador tenía que ser el guionista, el autor de la novela, B. Traven, fue invitado a Hollywood para comentar el proyecto. Traven respondió a la productora que prefería que fuera John Huston quien viajara a México para conocer la atmósfera en que se situaba su obra. El ataque a Pearl Harbour, en noviembre de aquel mismo año, interrumpió provisionalmente el inicio de la película.
Tras la guerra, en 1946, se reiniciaron los contactos de modo que Huston se trasladó a Ciudad de México para conocer a Traven. Esperó una semana en el hotel donde debía producirse la cita sin que el novelista se presentara. Finalmente acudió a su encuentro un hombre delgado, de ojos azules, más bien bajo de estatura que respondía al nombre de Hal Croves, traductor de Acapulco. El desconocido le entregó al cineasta una carta de Traven en la que éste se disculpaba a causa de una enfermedad, al tiempo que concedía a Hal Croves toda su confianza para negociar no sólo los aspectos económicos sino también los creativos de aquella colaboración que debía culminar en el traslado del texto literario a la pantalla.
Probablemente fue Ret Marut; probablemente fue Torsvan; probablemente fue Hal Croves. Pero nunca estaremos seguros
Así comenzó una relación extraña, entusiasta al principio y al final tempestuosa, en la que Huston, crecientemente interesado por averiguar la identidad del invisible Traven, intercambió numerosas cartas con Hal Croves, el representante de Traven a todos los efectos. Durante la filmación de El tesoro de Sierra Madre, a lo largo de 1947, Croves se presentó en San José Purúa, Michoacán y Tampico, los escenarios naturales en los que Huston trabajaba. Al parecer no estaba demasiado convencido con el guión. Tras la finalización de la película el desacuerdo fue total. Hal Croves escribió a la revista Life que John Huston no volvería a utilizar jamás una novela de Traven y, pese a la gran acogida que tuvo la película, acusó en Time al director de ser un "mal observador".
Naturalmente, pese a sus esfuerzos, John Huston nunca tuvo contacto con el autor de la novela, B. Traven, sino únicamente con Hal Croves. En cualquier caso el éxito de la película excitó la curiosidad del público norteamericano por averiguar la auténtica personalidad del novelista. Sin embargo esta curiosidad ya estaba por entonces bien consolidada en Europa, sobre todo en Alemania, y también en México. Nadie sabía exactamente quién era Traven a pesar de que sus libros, en especial El barco de los muertos y El tesoro de Sierra Madre, publicados originalmente en alemán en los años veinte, habían tenido una difusión extraordinaria. El propio B. Traven, desde la invisibilidad, había contribuido a fomentar la confusión de manera que ya en la época de la filmación realizada por Huston, además del enigma de su identidad, había un auténtico desconcierto sobre la lengua literaria del novelista. Para unos era el alemán; para otros, el inglés norteamericano. Al no indicar que se trataba de traducciones, sino de textos originales, Traven insinuaba que las ediciones norteamericanas e inglesas de sus obras recogían los textos que habían salido de su pluma, lo cual no dejaba de ser anómalo dado que en los años veinte, cuando irrumpió como autor en el panorama literario, todos sus libros aparecieron en alemán.
Paralelamente en la patria de adopción de B. Traven, en México, donde tenían lugar la mayoría de sus narraciones, el interés por descifrar la identidad del novelista se acrecentaba, singularmente tras hacerse públicas las tensiones ocurridas durante el rodaje de la película de Huston. Inalcanzable por el momento B. Traven los periodistas encontraron la pista de otro hombre que, como Hal Croves, era delgado, de baja estatura y ojos azules. Este hombre se llamaba Torsvan.
En plena polémica alrededor de la película de El tesoro de Sierra Madre, con Hal Croves contra John Huston por la traición intelectual a B. Traven, éste fue inequívocamente identificado con Torsvan por el periodista Luis Spota en un artículo publicado en la revista mexicana Mañana. El artículo de Spota, que había entrevistado repetidas veces a Torsvan en Acapulco, causó sensación porque aparentemente acababa con el enigma de B. Traven. De acuerdo con el periodista el verdadero nombre del escritor sería Traven Torsvan (o Traven Torsvan Croves, lo cual integraría al irascible Hal), un norteamericano nacido en Chicago en 1890. Torsvan habría aparecido en México en 1926 -paradójicamente el año de la publicación de El barco de los muertos en Alemania- y allí habría participado, en calidad de fotógrafo, en la expedición del arqueólogo Enrique Juan Palacios a Chiapas. B. Traven sería finalmente visible: norteamericano, con el inglés como lengua materna y viajero por el sur de México, como se refleja en las novelas.
Sin embargo Torsvan lo negó todo e incluso envió una carta al diario mexicano Hoy en la que rechazaba la tesis de Spota y proclamaba: "¡Yo no soy Traven!". Recuperada la invisibilidad B. Traven no se pronunció sobre el asunto, ni siquiera a través de su mensajero Hal Croves. En cualquier caso tanto Hal Croves como Torsvan eran hombres delgados, de baja estatura y con ojos azules, y cada vez había más adictos a la idea de que también B. Traven reunía estas características.
Hay un cuarto hombre implicado: se llama Ret Marut, un escritor anarquista y antibélico que en los años de la Primera Guerra Mundial y la inmediata posguerra publicaba un periódico radical, Der Ziegelbrenner (el horneador de ladrillos), enteramente escrito por él mismo. Marut era actor de teatro, agitador y alegaba haber nacido en Estados Unidos. Estuvo a punto de ser fusilado durante los acontecimientos revolucionarios de la primavera de 1919 en Múnich. A partir del último número de Der Ziegelbrenner, dos años después, sus huellas se desvanecieron, no sin que corriera la leyenda de que Ret Marut era un hijo ilegítimo del káiser Guillermo II.
Cuando aparecieron las primeras novelas de B. Traven varios críticos compararon el estilo y las ideas de éste con los de Ret Marut y en la década de 1960 Rolf Recknagel demostró con notable contundencia, a través de un exhaustivo análisis textual, que Ret Marut y B. Traven eran el mismo autor con dos nombres distintos y en dos etapas distintas de su vida. Y de hecho Ret Marut se esfumó en Europa por la misma época en que Torvsan hizo su aparición en México.
Ahora que se publica entre nosotros la nueva edición de El tesoro de Sierra Madre (Acantilado) no es ocioso recordar que, a pesar de todo nuestro empeño, B. Traven ha conseguido mantener su camuflaje y, en consecuencia, ese enigma que en su caso se convirtió en una verdadera razón de ser. Probablemente fue Ret Marut; probablemente fue Torsvan; probablemente fue Hal Croves. Pero nunca estaremos seguros.
En 1969 la prensa mexicana lamentó la muerte de B. Traven al morir Hal Croves. Las cenizas de Traven o de Croves, o de Torsvan, o de Marut, fueron dispersadas por la selva de Chiapas, el Estado tan amado por el autor y donde ocurrieron varias de sus aventuras novelescas. En el testamento, Traven (o Croves) había expresado su deseo de "volver a la selva". Algo así como cuando en el espléndido final de El tesoro de Sierra Madre el polvo de oro, alejándose de la codicia de los hombres, es empujado por el viento de regreso a la montaña.
El tesoro de Sierra Madre. B. Traven. Traducción de Esperanza López Mateos. Acantilado. Barcelona, 2009. 352 páginas. 22 euros.
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