Distancia
Un amable lector andaluz me escribió la semana pasada para preguntarme si es que no había nada reprobable en Telemadrid como para que yo dedicara una columnilla entera al Canal Sur. Mi terreno, para este amable lector, debía limitarse a la Comunidad de Madrid. Que conste que ganas me han dado de escribir hoy sobre el sonrojante reportaje hagiográfico que ayer le dedicaron en el diario nocturno de "mi" comunidad a la figura de Margaret Thatcher (¡una mujer sola contra el sindicalismo!), pero tengo la mala costumbre de escribir sobre lo que me da la gana; por otra parte, sin querer dármelas de cosmopolita, confieso que mi corazón está dividido entre varias comunidades, mal que les pese a quienes serían partidarios de dividir hasta los ríos. El caso es que la carta me dio que pensar. Pensé cuánto de bueno nos han traído esos medios locales tan estrechamente ligados a la clase política autonómica. Mal se debió concebir el invento para que tanta gente se queje de la falta de independencia de dichos medios y de la obligación que sienten de cumplir con unas dosis insoportables de folclorismo. El caso es que dado que cercanía se ha convertido en sinónimo de doblegación, se me ocurría que tal vez la única solución para neutralizar este amor celoso que tienen los políticos hacia "sus" medios sea la separación física. Tierra por medio: que los periodistas catalanes informaran de Cataluña desde Andalucía, los andaluces de su patria chica desde Galicia o los madrileños desde el País Vasco. Distancia, aire fresco.
¡Se haría feliz a tanta gente! A los políticos, que sólo tendrían próximos a sus periodistas vasallos y podrían culpar de desafección a los renegados que escribieran desde otra comunidad, y a ese tipo de ciudadanos, como usted y como yo, esa inmensa minoría, que deseamos una información sin servidumbres.
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