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Reportaje:'Minicrisis' en el Gabinete regional

El hombre pluriempleado

Ignacio González acumula cargos con el beneplácito de Aguirre - Su relación política con la presidenta se remonta a los años noventa

Si algo ha quedado claro tras la remodelación de Gobierno anunciada ayer por Esperanza Aguirre es que la cultura no es algo prioritario para la presidenta regional. Tampoco lo son el deporte ni el turismo, curiosamente tres de las cosas por las que desde la Comunidad de Madrid ha tratado de venderse la región más allá de sus fronteras. Así que, "para ahorrar", Aguirre se ha cargado la consejería que hasta ahora dirigía Santiago Fisas, que ya emprende su ansiado viaje a Europa "muy ilusionado y algo nostálgico", decía ayer. A partir de hoy, será la mano derecha de Aguirre y vicepresidente de su gobierno, Ignacio González (Madrid, 1960), el mismo que sale en el vídeo de los espías de la Comunidad, el que responderá por las áreas de Cultura, Deporte y Turismo.

Tiene fama de gran gestor y habilidoso, "casi maquiavélico", dicen algunos
"Es el que reparte las dádivas", aseguran fuentes de la Comunidad

"Si pasaran a depender de otras consejerías podría decir que la cultura iba a perder importancia, pero el hecho de que pase a depender directamente del vicepresidente es una garantía. Yo antes tenía que departir con él para lograr un mejor presupuesto o desbloquear temas; ahora él solo va a tener que resolver consigo mismo", comentó ayer el ya ex consejero.

Así que si alguien quiere espiar a González a partir de ahora va a tener que estar tan pluriempleado como él. Porque este licenciado en Derecho por la Autónoma de Madrid, que sacó su oposición de funcionario del Cuerpo Técnico Superior del Ayuntamiento de la capital en 1984, suma a estas nuevas competencias las que ya atesoraba anteriormente: vicepresidente y portavoz del Gobierno regional; presidente del poderoso Canal de Isabel II; miembro de la dirección de IFEMA; patrono del Teatro Real y presidente del consejo de Asuntos Taurinos de Madrid. Además, ostenta la presidencia del comité electoral del PP de Madrid. En realidad, es el hombre que toma las penúltimas decisiones en el Gobierno regional. Aguirre siempre tiene la última palabra. La presidenta, que confía plenamente en él, asiste indiferente al duelo que libra con Francisco Granados por controlar los entresijos del Ejecutivo. Nadie supo precisar ayer si esta frenética actividad implicará una subida de sueldo, o si él también se suma a la política del ahorro por amor al arte.

La relación laboral del hombre fuerte del Gabinete con su presidenta se remonta a los años noventa, cuando, ya con Aguirre de concejal de Cultura y Medio Ambiente en el Ayuntamiento de Madrid, desempeñó el cargo de director de los servicios culturales; años después, en 1996, siendo ella ministra de Educación, le nombró subsecretario. Son los dos momentos en los que ha estado más cerca de la cultura y el deporte en su larga carrera política, en la que se ha ganado la fama de "gran gestor". Hay quien añade: "Habilidoso, casi maquiavélico".

González hizo carrera en el Gobierno de José María Aznar de la mano de Ángel Acebes. Éste le nombró secretario de Estado de Administraciones Públicas en 1999, y cuando asumió la cartera de Interior se lo llevó como delegado del Gobierno para la Inmigración en julio de 2002. Los deberes que le pusieron eran difíciles: debía apagar los conflictos creados en un asunto tan delicado como la entrada de inmigrantes en España. Lo logró a medias. Su primer gran problema fue afrontar un revés judicial del Supremo, que anuló 11 artículos del reglamento de Extranjería que habían elaborado sus antecesores. Dejó claro, ya entonces, que su forma de hacer política no iba a cambiar. Apenas un año y medio después, en 2003, González, que nunca abandonó su carrera en el PP de Madrid, se marchó con Aguirre, quien siempre lo consideró uno de los suyos. Se iba con un acuerdo con el PSOE para reformar la ley de Extranjería (que se frustró) y con el aura de eludir los charcos mediante una combinación, a veces desequilibrada, de negociación y mano dura.

Dicen que por esa determinación y por la acumulación de poderes es un tipo odiado internamente. Tan odiado como temido: "Es muy controlador. Es, en definitiva, quien reparte las dádivas", comentan fuentes cercanas a la Comunidad.

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