El Barça choca con el muro del Chelsea
Los azulgrana empatan en un encuentro muy exigente ante un equipo de una gran calidad física
Desde la dificultad y de mala gana, al Barça no le quedó más remedio que aceptar un empate a cero como un buen resultado ante el Chelsea. Las malas noticias llegaron anoche al Camp Nou con la misma cadencia que anteriormente se acumulaban las buenas. Antes no se lesionaba nadie y ayer cayó Márquez. En otros tiempos se administraban las tarjetas y ahora resulta que Puyol tampoco podrá jugar en Stamford Bridge. Messi aparecía normalmente para resolver los encuentros que no tenían solución y estuvo fuera de onda, Ha habido partidos en que con menos remates se han contado goles y el marcador que figura hoy en el Camp Nou es de 0-0 porque Cech estuvo fenomenal. Acostumbrado a lo bueno, no es fácil explicar lo malo.
BARCELONA 0 CHELSEA 0
Barcelona: Valdés; Alves, Márquez (Puyol, m. 52), Piqué, Abidal; Xavi, Touré, Iniesta; Messi, Eto'o (Bojan, m. 82) y Henry (Hleb, m. 87). No utilizados: Jorquera; Gudjohnsen, Keita y Sylvinho.
Chelsea: Cech; Ivanovic, Terry, Alex, Bosingwa; Mikel Obi, Ballack (Anelka, m. 94); Essien, Lampard (Belletti, m. 71), Malouda; y Drogba. No utilizados: Hilario; Di Santo, Kalou, Mancienne y Stoch.
Árbitro: Wolfgang Stark (Alemania). Mostró la tarjeta amarilla a Alex, Ballack, Touré y Puyol, que no podrá jugar el partido de vuelta por acumulación de amonestaciones.
Camp Nou: 95.231 espectadores.
Al Barça, sin embargo, pocas cosas se le pueden reprochar. Jugó con valentía, generoso y perseverante en su esfuerzo, fiel a su estilo. Anoche, sin embargo, no le alcanzó para ganar el partido porque nadie le había negado en Europa como el Chelsea. No cedió el muro inglés a la vitalidad azulgrana en un encuentro especialmente exigente, de un desgaste brutal, muy competido y mal arbitrado, ya que el colegiado respetó más la agresividad forastera que la delicadeza local. No fue un día para los artistas, sino para los jabatos.
No están acostumbrados los barcelonistas a partidos como el que le planteó el Chelsea, un equipo poderoso y trabajado, de una calidad física extraordinaria, siempre fiero, matón cuando convenía, incluso estraperlista, plagado de futbolistas expertos. Avaros por naturaleza, no regalan una ocasión ni dejan que les presionen en su área. El cuadro inglés ha jugado cien veces el encuentro que extrañaron los azulgrana. Acaso las visitas del Madrid y el Espanyol dejaron un recuerdo parecido. El subcampeón europeo, de todas maneras, pareció un rival más duro de pelar, de ahí el mérito del empate azulgrana. Pegó mucho el Chelsea y apenas pudo volar el Barça, poco fino, víctima de un cúmulo de contrariedades que le dejan, por lo demás, muy gastado para el clásico.
Partió el Barça con una formación más simétrica y natural que de costumbre y, al tiempo, incorrecta políticamente. Firmes Márquez y Piqué como centrales, Guardiola prefirió a Abidal como lateral antes que al capitán Puyol. Aparentemente, los azulgrana perdían intimidación defensiva y, a cambio, ganaban una doble salida ofensiva desde la zaga y abrían una nueva línea de pase con Iniesta de volante. Los interiores barcelonistas condicionaron la alineación de Hiddink, que prefirió taparse con un doble pivote antes que atacar con dos extremos. Mikel Obi jugaba por Kalou mientras Bosingwa tomaba a Messi.
Necesita el Barça que funcione el triángulo Xavi-Iniesta-Messi para dominar el partido y ayer le llevó un cuarto de hora alcanzar el campo del Chelsea. Aunque Mikel encimaba a Xavi, Iniesta empezó a soltarse de Ballack. Los azulgrana vencieron paulatinamente la línea de presión inglesa y se arrimaron cada vez más al área de Cech. Al Chelsea no le quedó más remedio que defenderse con la pierna fuerte, recurrir a la falta táctica, conceder algún remate y cargarse de tarjetas. Había que ser selectivos desde el punto de vista del Barça: acabar las jugadas, no perder el orden posicional, evitar las contras y aislar a Drogba. Una faena monumental si se atiende a encuentros anteriores, ganados con la gorra.
La tensión y la competitividad anunciaban que el partido se ganaría palmo a palmo, de manera paciente, de forma madura. Asegurado el dominio escénico, a los azulgrana les faltó velocidad de pelota y precisión para desarmar al Chelsea, entregado a un hercúleo trabajo defensivo: a veces sus futbolistas utilizaban el tackle, en otras soltaban el codo, a menudo provocaban la bronca. Interrumpieron la contienda de forma abrupta para desdicha del Barça. Las mejores llegadas barcelonistas se contaron a la contra, con el desmarque de Henry, justo después de que Drogba protagonizara la mejor ocasión, propiciada por una mala cesión de Márquez. Valdés se agrandó ante el doble remate de la bestia del ariete.
Acelerados, los barcelonistas perdieron progresivamente el paso y la calma. Jugaban mejor al espacio y sin el balón que al pie.Iniesta se quedó solo demasiado pronto. No se sabía nada de Messi ni de Eto'o. El partido iba cada vez peor para el Barça: Ballack remató fuera por poco, Márquez se rompió el menisco y cada azulgrana que se topaba con un rival se llevaba un moratón. Aunque la adversidad fue en aumento cuando Puyol sumó una tarjeta que le deja sin jugar en Londres y el árbitro perdonó un penalti de Bosingwa a Henry, el Barça ofreció una lección de amor propio. Cech sacó un remate de gol a Eto'o después de que el camerunés sentara a Terry y Alex, a Bojan le faltó un palmo para cabecear un centro de Alves y Hleb no atinó a batir al meta por dos veces. Acciones tan aisladas como importantes, de mérito ante la defensa del Chelsea, que desfiguró al Barça hasta lograr la desaparición de Messi. Aunque no jugó a gusto, el Barça trabajó para ganar, aunque fuera porque acabó derrengado, reconocible incluso sin zamarra.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.