Un pragmático forjado en las trincheras de la política orensana

Manuel Vázquez Fernández (O Carballiño, 1955), el primer líder de perfil no estrictamente urbano del PSdeG, aterrizó en la política gallega en 1993, en plena descomposición del socialismo gallego. Fue tras la derrota de Antolín Sánchez Presedo a manos de un Manuel Fraga que acababa de demostrar su fortaleza revalidando por amplio margen la mayoría absoluta que había conquistado por los pelos en las autonómicas de 1989. Vázquez, médico de profesión y funcionario de la Xunta en excedencia, asistió en primera fila y durante dos años a uno de los períodos más convulsos de la historia del socialismo en Galicia. Un conflicto del que se bajó en marcha en 1995 para hacerse cargo de la alcaldía de su pueblo natal.

Fiel a sus más próximos, se lo jugó todo por amistad respaldando a su amigo Miguel Cortizo en el quimérico intento de disputar a Touriño la dirección del partido cuando éste vivía sus horas más bajas.

A pesar de aquel episodio, Vázquez supo reinventarse reconstruyendo de la nada la nave del socialismo orensano. Tendió puentes con Touriño y con José Blanco y se reincorporó a la dirección del PSdeG como su referente en el interior de Galicia.

Quienes le conocen saben de su olfato para diseñar estrategias, analizar conflictos y motivar equipos, algo de lo que ha dado sobradas muestras en las trincheras de la política orensana. De ahí le viene, precisamente, la infatigable disposición a no dar tregua al adversario.

Es un hombre de acción y un político pragmático por encima de todo, pese a su apelación ayer a los principios de la socialdemocracia y el galleguismo. De su carácter de hombre de equipo es un buen ejemplo una anécdota de ayer mismo: después de hablar al congreso desde la tribuna, volvió a su asiento entre el público en vez de ocupar su nueva silla de secretario general en el escenario. Sus compañeros se encargaron de corregirle.