Brown se ahoga en números rojos
Los laboristas británicos pierden en las encuestas mientras se dispara la deuda
Gordon Brown parece tener el agua al cuello. Las encuestas auguran una derrota del laborismo en las próximas elecciones, que se esperan para la primavera de 2010 pese a la creciente presión tory para que se celebren en junio próximo, coincidiendo con las europeas. Los últimos escándalos políticos parecen haber abortado cualquier esperanza seria de recuperación del laborismo y la economía se está convirtiendo en el previsible caballo de batalla de los comicios.
Es un territorio en el que Brown y los laboristas siempre se encontraron cómodos desde que llegaron al poder en 1997, pero que se ha convertido en terreno minado desde el estallido de la crisis financiera, que ha dejado la economía británica en números rojos. Hasta la inflación es negativa por primera vez desde 1960.
Los sondeos dan entre 10 y 17 puntos de ventaja a los 'tories'
Londres prevé que el déficit público se elevará este año hasta el 11% del PIB
El Partido Laborista parece vivir momentos de fin de reinado. La figura del líder de la oposición, David Cameron, se consolida día a día pese a estar aún lejos de las cotas que alcanzaba Tony Blair hace ya más de dos lustros, cuando el Nuevo Laborismo creó una primavera política que acabaría enterrada en los desiertos de Irak con la ayuda inestimable del llamado spin -la permanente manipulación de la agenda político- mediática- y el fracaso, al menos aparente, de la reforma de los servicios públicos.
Reino Unido parece caminar inexorablemente hacia la alternancia. La cumbre del G-20, publicitada de manera frenética por la maquinaria gubernamental, no ha conseguido enderezar la deriva de Gordon Brown. Apenas acallados los ecos del paso por Londres del presidente de EE UU, Barack Obama, y su estela de renovación y optimismo, estalló la polémica sobre el comportamiento de la policía en las manifestaciones de protesta contra la cumbre y enseguida el laborismo le ha entregado a los medios una de esas historias obsesivas que tardan tantas semanas en dejar la primera página: el llamado caso McBride. Se trata de un asunto típico de fin de ciclo: un asesor de máxima confianza del primer ministro que conspira en la sombra para poner en marcha una sórdida campaña de desprestigio de los principales líderes de la oposición. Se trataba de extender por Internet rumores escabrosos sobre la vida privada del líder tory, Cameron, y su lugarteniente George Osborne.
Brown ha acabado disculpándose, pero tarde y mal: forzado por las circunstancias y con la boca menos que pequeña. Dos encuestas divulgadas esta semana ofrecen resultados contradictorios sobre los efectos de ese conflicto. El diario pro laborista The Guardian otorga a los conservadores una ventaja de 10 puntos, dos menos que hace un mes. El conservador The Sunday Telegraph dispara esa ventaja a 17 puntos, cinco puntos más que hace tres semanas.
La encuesta del Guardian, aunque deja la puerta abierta en términos puramente electorales, es muy negativa para el laborismo en los detalles: un 45% confía más en los conservadores y sólo un 35% en los laboristas para sacar al país de la recesión. La economía, que promete ser el principal campo de batalla de las elecciones, era el terreno en el que mejor se han manejado los laboristas durante años. En gran parte porque los tories dejaron un país socialmente roto y con los servicios públicos más desprestigiados que nunca tras la larga etapa thatcherista. Pero en parte también porque Tony Blair y Gordon Brown rompieron la imagen de malos gestores criada durante el siglo XX por el Partido Laborista y encadenaron una formidable etapa de crecimiento económico.
Eso se ha acabado. El Gobierno aceptará hoy, en la presentación de los presupuestos, que la recesión es mucho más grave de lo que creía, que el déficit público llegará este año fiscal a los 170.000 millones de libras (más de 190.000 millones de euros, un 11% del PIB) y que el paro aumenta también más de lo esperado.
Pero a los laboristas les queda un cartucho en la cartera: ser el primer país europeo que salga de la recesión. Siguiendo la estela dejada por Washington la semana pasada, el Gobierno británico y algunos expertos están empezando a ver "tallos verdes" que anuncian quizás que el final de la recesión está más cerca de lo que se piensa. No está claro si esas visiones confunden los deseos con la realidad, pero ésa puede ser una tabla de salvación para Gordon Brown: todos entramos en crisis porque el mundo es como es, pero los británicos salimos antes del problema gracias a mí...
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