Señores políticos, sigan gesticulando, por favor
Hay muchos ciudadanos a los que les indigna que en plena crisis económica nuestros dirigentes políticos mundiales dediquen tiempo y esfuerzo a salir en la foto. Escoger el escenario, acordar la disposición de los compañeros de fotografía o planear el atuendo de los retratados es, para estos ciudadanos, un inadmisible despilfarro de tiempo del político y dinero del contribuyente.
Los ciudadanos más condescendientes asimilan lo simbólico en política -los gestos y las fotos- al protocolo y las buenas maneras. Lo entienden como una labor quizá positiva para engrasar las relaciones con países socios, pero que desde luego debería ocupar el último lugar en la lista de prioridades de la gestión política de esta crisis. Por contra, los ciudadanos más críticos consideran que los gestos y las fotos están al servicio de las vanidades personales de los dirigentes, cuando no directamente de la manipulación o el engaño. Para estos últimos, lo simbólico se opone a lo real. Que los dirigentes del mundo se esfuercen en lo simbólico les parece inmoral, porque para ellos la causa de esta crisis económica ha sido precisamente el divorcio entre lo real y lo simbólico. A un lado sitúan el honrado sudor de los trabajadores y al otro los gestos manipuladores del Wall Street de Madoff. Para los fanáticos de lo real, la solución a la crisis consiste en volver a la economía "real" y a la política "real".
En esta hora de crisis global, las imágenes son el mensaje y la gente las necesita más que nunca
Los fanáticos de lo real, en mi opinión, olvidan dos fenómenos irreversibles producidos por el auge de las nuevas tecnologías de Internet 2.0. El primero es el profundo cambio del rol que las imágenes y los gestos juegan en nuestra comunicación cotidiana. El segundo es la progresiva fragmentación del marco simbólico común y el tremendo obstáculo que ello supone para la aprobación conjunta de medidas anticrisis. Ambos fenómenos son algunos de los peajes inevitables que hemos tenido que pagar a cambio del soplo de libertad y la popularización de las nuevas tecnologías de comunicación.
Respecto al rol de las fotos en la comunicación política, los fanáticos de lo real olvidan que los ciudadanos ya sólo prestamos atención a las imágenes. Saturados y escépticos ante el bombardeo informativo propiciado por las nuevas tecnologías, no podemos prestar nuestro escaso tiempo de atención a titulares o declaraciones políticas -por no hablar de los textos de acuerdos, leyes o manifiestos- y apenas nos detenemos en las imágenes. En la lucha cotidiana por captar la atención de los ciudadanos, la fotografía política ha ido perfeccionando su visual storytelling, la capacidad de contar una historia compleja mediante un golpe de retina.
Las fotos, que nacieron como mera ilustración del texto, evolucionaron hacia la certificación de la noticia, "está pasando, lo estás viendo". A continuación se dedicaron a matizar o interpretar la noticia, y han acabado por convertirse en la noticia misma. El texto, por cierto, ha sufrido el proceso inverso y ha terminado siendo la explicación del gesto en la fotografía. De esta manera, el gesto momificado en una foto se ha convertido en la herramienta de comunicación que le ha quedado al político si quiere que su mensaje llegue al ciudadano medio.
El segundo fenómeno que olvidan los fanáticos de lo real es que sufrimos la primera crisis verdaderamente globalizada de la historia y por tanto necesitamos concertar medidas y compromisos globales. Y para lograr diseñarlos conjuntamente, debemos derribar los altísimos muros simbólicos que hoy separan a tantas civilizaciones y culturas distintas que en estos tiempos sudan para ponerse de acuerdo cuanto antes. Hablamos de líderes que viven en ideologías, religiones y hasta en siglos distintos y que en pocos meses deben construir un marco simbólico común para el acuerdo.
Pensemos en cómo el mayor éxito político mundial en lo que llevamos de crisis, la última cumbre del G-20, quedó sintetizado en una foto. No fue la pretendida instantánea de los políticos a pie de photo call, respaldados por el lema "Estabilidad, Crecimiento, Empleo", sino la de la angry black woman Michelle Obama y la intocable reina de Inglaterra abrazadas por la cintura. El sueño más delirante de cualquier jefe de prensa -también la pesadilla más suicida de cualquier responsable de protocolo- hecho realidad. Dos mujeres líderes, no dos hombres. Dos razas antes enfrentadas. Dos cunas bien distintas. Dos potencias mundiales, la vieja Europa y el joven Estados Unidos. Dos formas de entender la diplomacia y la política. Dos iconos globales. El grumo de recelos, prejuicios y protocolos caducos, que tanto había atascado la coordinación mundial de las medidas anticrisis, disuelto gracias a la voluntad de entenderse, tolerar culturas distintas y trabajar unidos para superar la situación.
Para los fanáticos de lo real, la cumbre fue una patética pantomima, un belén viviente con figuras gesticulando al escaparate. Sin embargo, los gestos que hacen posible fotos como la de Michelle Obama y la reina Isabel de Inglaterra son una fuente de inspiración para todos y ayudan a construir el imprescindible relato simbólico global que necesitamos para salir de la crisis.
Así que dirigentes del mundo, trabajen duro y suden, pero, por favor, no se olviden de dar ejemplo: gesticulen.
Antonio Núñez López es estratega de comunicación. Su último libro es ¡Será mejor que lo cuentes! Los relatos como herramientas de comunicación.
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