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Reportaje:

La ópera se hace democrática

Crear e innovar son los faros que deben guiar la lírica, según los expertos

Espectáculo caro, elitista, género anacrónico. El siglo XX ha cargado de estigmas la ópera. El siglo XXI, la era de la tecnología, la está democratizando. "Parecía que no podíamos despegarnos de la imagen elitista que pesaba sobre la ópera, pero lo hemos conseguido. La ópera es, actualmente, más popular que nunca". Lo decía rotundo, el pasado viernes, Brian McMaster, presidente del National Opera Studio del Reino Unido y ex director del Festival de Edimburgo, en el debate inaugural del Foro Europeo de la Ópera, que ha reunido hasta ayer en el Teatro del Liceo de Barcelona a medio centenar de expertos en el mundo de la lírica para debatir los retos a los que se enfrenta la ópera y el papel que tienen la creación y la innovación en el siglo XXI.

"Por primera vez tenemos público para una ópera en todo el mundo"
"La tecnología es importante, pero no olvidemos que es un medio, no un fin"

La ópera ha hallado en la tecnología la posibilidad de llegar a todas las capas sociales. "Ha sido una revolución para el mundo de la ópera. ¡La ha democratizado! Ésta es nuestra gran oportunidad", proclama eufórico Tony Hall, director ejecutivo del Royal Opera House Covent Garden de Londres, cuando se le pregunta hacia dónde se encamina el mundo de la lírica en el siglo XXI. Y es que, por primera vez, el público de la ópera no se limita al público del teatro. "Ahora, por primera vez, tenemos un público potencial para una misma obra en todo el mundo. Podemos llegar a personas que nunca antes han visto una ópera, que nunca han pisado un teatro. Es un momento realmente excitante", asegura Hall.

Grabaciones discográficas y videográficas, retransmisiones televisivas y por Internet, temporadas de ópera en cine, uso de Youtube, Facebook o Twitter. Todos los medios, todos los caminos, son válidos para llegar a un público nuevo. ¿No hay límite? "La tecnología no ha reemplazado todavía al gran espectáculo que supone ver una ópera en un teatro", dice Nicholas Payne, director de Ópera Europa. Y advierte: "Se corre el riesgo de que todo lo que no sea una representación de ópera en un teatro acabe convirtiéndose en un subproducto".

"Debemos trabajar para que la gente vaya al teatro a ver ópera y no al cine", señaló en la sesión de clausura del foro Gérard Mortier, director de la Ópera de París y futuro director artístico del Teatro Real de Madrid. Para Mortier, la relación directa entre cantante y público es irreemplazable. "La tecnología es importante, pero no debemos olvidar de que es un medio, no un fin en sí mismo. Y ésa es la sensación que da. Las grabaciones discográficas han acabado pervirtiendo la ópera. Han convertido a los cantantes en estrellas. Y las grabaciones videográficas exigen que cada soprano se parezca a Marlene Dietrich", criticó.

"Si la ópera no se reinventa, las temporadas líricas en cine tienen vida sólo para una década", señaló Pierre Audi, director artístico de la Ópera de Holanda. "Hay que refrescar el repertorio, dar a las obras del pasado una nueva interpretación para acercarlas al público actual a través de las puestas en escena. Y hay que abrir las puertas de los teatros a las nuevas obras, a las óperas del siglo XXI".

"La tendencia actual es la de renovar el repertorio, que las grandes óperas del siglo XX pasen a formar parte del repertorio y que la novedad sean las nuevas óperas, las de la generación de nuevos compositores", explica Joan Matabosch, director artístico del Liceo y presidente de Ópera Europa. Óperas nuevas que en pocas ocasiones traspasan las fronteras del país en el que han sido creadas y estrenadas, se lamentan los compositores. "Corremos el riesgo de que el exceso de nacionalismo, de que estrenar sólo óperas de compositores locales, nos impida ofrecer al público una panorámica de lo mejor que se ha creado en el mundo", advirtió Bernard Foccroulle, director del Festival de Aix-en-Provence. "Los programadores deberíamos encontrar el equilibrio entre las nuevas óperas de nuestro país y las del resto del mundo, que deberían representar el 50% de las nuevas obras programadas por los teatros y festivales".

Crear e innovar: éstas son las premisas del arte, los faros que deben guiar la ópera en el siglo XXI, según se desprende de los tres días de debates. El futuro, la supervivencia, pasa sin duda por llegar al mayor número posible de espectadores a través del teatro y de los múltiples caminos que brinda la tecnología en el siglo XXI.

De izquierda a derecha, Joan Matabosch, Gérad Mortier y Bernard Foccroulle, ayer en el Liceo al final del Foro Europeo de la Ópera.
De izquierda a derecha, Joan Matabosch, Gérad Mortier y Bernard Foccroulle, ayer en el Liceo al final del Foro Europeo de la Ópera.CONSUELO BAUTISTA

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