Tribu
El retorno del muy listo, cínico y posmoderno Sardá a esa cadena en horas pálidas y a cuyo esplendor contribuyó poderosamente con sus crónicas fecales, huele a desesperada operación de salvamiento, a recobrar descerebrada audiencia en vista de que la decadencia parece imparable, a pesar de decisiones tan imaginativas como ofrecerle gimoteante y carísimo protagonismo a ladrones de las siempre chorizadas arcas públicas, como el insuperable hortera Julián Muñoz y el despiadado saqueador de huérfanos Luis Roldán.
Lo hacen a lo grande, incrustando en la estratégica tribu de la irreverente estrella a esa grotesca caricatura de sí misma que responde al temible nombre de Mercedes Milá, al presuntamente ingenioso Boris Izaguirre y al excelente imitador Carlos Latre. El derecho a la pereza me hace llegar tarde al acontecimiento de tantos egos reunidos (¿me he perdido algo, fans tribales?), pero con tanta paciencia como Job intento llegar al final del lúdico circo. No lo consigo. Es muy aburrido, es gritón, es torpe, es reiterativo, es estúpido, no tiene ni puta gracia.
Sardá se declara cabrón ante el marketing disfrazado de insolencia que representa un tal Mejide, también le amenaza con dejar impotentes a sus testículos, traga papilla en una cama compartida, entrevista a una desastrosa e involuntariamente cómica ex ministra. Milá juega (¿o es real su enfado?) a sentirse despreciada por Sardá y a darse el piro si no la deja chupar plano. También le pregunta a una actriz de Sin tetas no hay no sé qué que cómo besa el Duque y cuándo se lo va a comer. Unos reporteros esforzadamente frikis e insustancialmente desinhibidos complacen a la supuesta acracia de Sardá azuzando a los que se manifiestan contra los impunes banqueros con lemas tan corrosivos como "Banqueros, cabrones, queremos el dinero".
En el hastiado zapeo intuyo que los buitres de ¿Dónde estás corazón? han recibido órdenes en nombre de la competencia porque están desatados. La que le espera a los principitos que exigen sagrada intimidad. El share manda.
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