Roberta Tatafiore, feminista, escritora y socióloga italiana
Puso fin a su vida en Roma y lo escribió en un testamento filosófico
Roberta Tatafiore, feminista histórica, socióloga y escritora italiana, de 66 años, ha puesto fin a su vida en Roma con un suicidio programado, o, como tituló ayer el diario Il Foglio, "filosófico".
Poco antes de alquilar una habitación en un hotel del barrio Esquilino de Roma, cerca de su casa, para acabar con su vida, al parecer envenenándose, Tatafiore escribió una carta a los amigos en la que decía: "La mía ha sido verdaderamente una elección, una elección largamente reflexionada, preparada, acompañada en los últimos tres meses de un diario que me ha dado luz en estos últimos días".
"Lo había decidido el 1 de enero, lo programó en cada detalle, y lo hizo. Con un espíritu anárquico y muy cerebral, el suyo", escribía ayer en Il Foglio Marianna Rizzini.
"La mía ha sido una elección muy reflexionada y preparada"
"Tendremos la peor ley del mundo sobre la voluntad del fin de la vida"
Pasó tres meses escondida, sin ver a nadie, pensando y escribiendo un diario de 50 páginas en el que explica cómo se prepara para morir. Un relato de clandestinidad, dicen las crónicas. El 8 de abril se envenenó por la noche. Al día siguiente, una camarera la encontró todavía viva en la habitación. Tras ser trasladada al hospital San Giovanni, vivió una agonía de cuatro días y murió.
A los amigos les dijo que estaba rodando un documental en Suiza, pero en realidad se quedó en casa. De vez en cuando llamaba por teléfono. La semana antes de Pascua se despidió de sus libros y su gata, y se instaló en el hotel. Escribió cuatro cartas, a cuatro amigos, explicándoles sus razones. Siempre fue libre, han dicho sus amigos, y quería seguir siéndolo. Con las cartas llegará también el diario, que será leído y discutido por los amigos elegidos, y luego dado a conocer.
Tatafiore escribía en Il Secolo d'Italia y en Il Foglio, pero en los últimos meses solo rompió su silencio para hablar de Eluana Englaro, la mujer que murió el 9 de febrero tras pasar 17 años en estado vegetativo, y pedir que la dejaran morir en paz. Algunos sugieren que quizá ese episodio, coronado un mes después con un borrador de ley de testamento vital que subvierte la voluntad de los pacientes, le inclinó a hacer el gesto final.
"Me pregunto sobre las razones del resultado paradójico del llamado caso Englaro", escribió entonces Tatafiore, "el padre de Eluana ha logrado liberar a su hija de una vida no vida... pero a un precio muy alto: tendremos la peor ley que existe en el mundo sobre la voluntad del fin de la vida...".
No fue una eutanasia, no parece haber habido sacrificio ni desesperación en su muerte. Tatafiore no estaba enferma. Sus amigos la definen como una mujer sana, fuerte, alegre y bella. ¿Qué quiso decir? En ese último artículo, razonaba así: "Solo hay dos formas de morir por voluntad propia: recurrir al suicidio (que no por casualidad en alemán se dice Freitod, muerte libre) o fiarse de las leyes que establecen los límites dentro de los cuales uno, algunos o algunos otros, pueden acelerar nuestra partida...".
Periodista, ensayista, fundadora del centro Virginia Woolf, posfeminista y ex directora de la revista Noi donne, Tatafiore escribió ensayos sobre pornografía, sobre los hombres, sobre el mercado de la prostitución. Era la mayor especialista italiana sobre ese tema, según plasmó en su libro Sexo en el trabajo.
No tuvo una vida fácil. Su padre fue asesinado cuando ella tenía 17 años. No creía en la separación izquierda y derecha (empezó a colaborar en Il Manifesto o Radio Radical y acabó en los medios de derechas), dudaba del feminismo sin matices, era quizá una postanarquista. Y nunca fue una mujer simple, escriben sus amigas. A dúo con Isabella Rauti, firmaba una sección en Il Secolo llamada Thelma e Louise, un título que ahora parece profético.
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