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Entrevista:

"La soledad del triunfo es insoportable"

Reflexiones de Pedro Ferrándiz a los 50 años de su debut en el baloncesto español

En 2009 se cumplen 50 años desde que Pedro Ferrándiz (Alicante, 1928) debutó como entrenador del Madrid y cambió para siempre el baloncesto español: ganó 12 Ligas, 11 Copas y cuatro Copas de Europa. Así lo describe Emiliano, la estrella de su equipo. "Es impulsivo, hiperactivo, y se considera siempre en posesión de la verdad, aunque es razonable en la polémica. Cuando nos llevaba a Sepúlveda a comer cordero para celebrar los títulos, se veía al Pedro dicharachero. En las canchas, no. Ahí intentaba polarizar fobias e iras para liberarnos. Era muy listo".

Pregunta. ¿Cómo era aquel Madrid de 1959?

Respuesta. España trataba de recomponerse de la inmensa tragedia vivida, de la que soy testigo vivo. La última bomba en Alicante, la última de la guerra civil, cayó en mi casa. Madrid estaba al frente de la recuperación, también en el deporte. El Madrid se puso a la cabeza de esa recuperación de prestigio y de la idea un poco del capitalismo.

"Disfruto con esta España. La final olímpica es el mejor partido que he visto"

P. Ahí nace la leyenda del equipo del régimen: "A la hora de pagar a un árbitro, el Madrid paga mejor".

R. [La frase] ha formado parte del catálogo. Recuerdo un homenaje a Cesare Rubini en Milán. Me hicieron hablar: "Soy como un hermano para Rubini y siempre le he ganado, excepto en un partido en el que fue más rápido que yo comprando a los árbitros". Fue un escándalo, pero en la práctica no sé lo que es dar dinero a un árbitro.

P. Le criticaron, en su club y fuera. "Siempre que sale mierda de arriba, Ferrándiz está de por medio", dijo Chechu Biriukov. ¿Se sintió solo?

R. Mucho. Yo y cualquier entrenador, especialmente los que triunfan. Cada día se sienten más solos. Es una soledad a veces casi insoportable.

P. ¿Y odiado?

R. Era odio y un poco de envidia. He sido odiado ocasionalmente por alguna frase y por mis triunfos constantes. No por los jugadores. Nunca les pedí que me quisieran. Les pedí lo que les daba: respeto absoluto. Fui correspondido.

P. ¿La pista más dura?

R. El adversario más difícil era el Joventut. Tenía una cancha pequeña. Todo el mundo se agolpaba. Tomé la costumbre de salir antes que el equipo y ponerme en el centro del campo. Claro, aquello desataba un infierno porque lo consideraban una provocación. Creo que tenían razón.

P. Así que se arrepiente.

R. No. Es histórico. Ahora no lo haría ni creo que nadie fuera capaz de hacerlo. Yo esperaba unos minutos, hasta que salieran los jugadores, les aplaudía y... los aficionados, desaforados. Todas las iras se centraban en el entrenador y no en los jugadores. En Badalona había un grupo que me decía ofensas terribles. En un momento dado, me fui a la grada a por un espectador. No llegué. Me devolvieron a la cancha a bofetada limpia.

P. Fue campeón de todo.

R. Me llegué a sentir invencible, pero siempre con el miedo al fracaso de que me podía volver a Alicante, lo que habría sido una catástrofe. Tuve una contradicción interna: sentía un miedo pavoroso a perder y un deseo horrible de ganar. Mezclé las dos cosas.

P. ¿A quién abroncaba?

R. Recuerdo una que tuve con Hightower, que sólo estuvo un año. Me puse a hablarle en español sabiendo que no entendía ni una palabra. ¡El traductor no se atrevió a traducir!

P. ¿Cómo era usted?

R. Era de pocas palabras y poca pizarra pese a que me llamaran Pizarrín. Me sorprende que se dude de mi formación. La mayor parte de las veces es por envidia o desconocimiento. Ese sanbenito de que no sabía... Tuve que ser profesor de un clínic para demostrar que sí sabía.

P. ¿Cómo empezó todo?

R. Un día entré en el patio de un cine de verano y había un partido de baloncesto. Considero ese momento como el milagro de San Pablo. Me cegó la luz y ya no pensé más que en el baloncesto. Fui un jugador mediocre. En la mili quisieron formar un equipo y me ofrecí como entrenador porque además daban merienda. Fui un innovador.

P. ¿Y el juego de hoy?

R. Disfruto una barbaridad con España. La final de los Juegos de Pekín [perdida ante Estados Unidos] es el mejor partido que he visto en mi vida.

Rullán, Brabender, Cristóbal y Luyk llevan a hombros a Pedro Ferrándiz tras ganar la Liga de 1975.
Rullán, Brabender, Cristóbal y Luyk llevan a hombros a Pedro Ferrándiz tras ganar la Liga de 1975.

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