Los caminos del arte joven llevan a Roma
La ecología y la política marcan la creación emergente en Italia
Nez, el pequeño extraterrestre, aparece detrás de una columna del Mercado de Trajano en Roma. Avanza circunspecto y, cuando cruza su mirada con el público, su asombro se torna en terror. Animación tridimensional, técnicas holográficas y una pantalla de red casi transparente le otorgan una fisicidad extraordinaria, casi escultural. Nez wants to fly, de Sarah Ciracì, una de las protagonistas de la última hornada de videoartistas que ha dado un vuelco a la escena creativa italiana, forma parte de Solo al buio (Sólo en la oscuridad), una muestra de vídeo que durante cinco días se ha apoderado de las antiguas tabernas del conjunto arqueológico del Mercado de Trajano. La propuesta forma parte de Roma. The road to contemporary art, segunda edición de la feria de arte contemporáneo que se clausura hoy, y que ha renegado de los recintos feriales para ocupar algunos de los lugares más simbólicos de la capital italiana, con 61 galerías (sólo dos españolas, la catalana Palma Dotze y Luis Adelantado, de Valencia) y cuatro muestras paralelas.
Nada más sugerente que los vestigios del imperio para acoger obras que hablan de la caída de los imperios contemporáneos y los grandes mitos políticos, y que Francesco Arena evoca en una pieza compuesta por 105 hoces y martillos y en otra instalación con la cabeza de Nietzsche aplastada entre las dos paredes de su locura.
Un espectacular atardecer, que finalmente resulta ser la escuálida farola de un muelle portuario en el vídeo de Elisabetta Benassi, evidencia la preocupación de los jóvenes artistas italianos por la ecología. Un hilo conductor oculto que en la feria propiamente dicha, repartida entre el Palazzo Venezia y PalaExpo, se materializa en las fotos hiperrealistas de animales enjaulados de Serena Clessi y en las esculturas de chicles de Maurizio Savini, que retrata animales y también sujetos sociales en vías de extinción, como los brokers abocados al suicidio. Lo poco que queda del hedonismo de los años noventa se plasma en las vanitas, esculturas de falsos brillantes, de Nicola Bolla, uno de los artistas cuyo trabajo se expondrá en el Pabellón Italiano durante la próxima edición de la Bienal de Venecia.
Atrapados entre el resurgimiento de la derecha más rancia y xenófoba y las huestes del catolicismo más intolerante, los jóvenes creadores italianos responden refugiándose en la infancia perdida. Detrás del desparpajo cromático y la inocencia técnica, los pequeños cuadros de plastilina de Rosanna Buremi ocultan escenas abiertamente pornográficas.
Más melancólico, Carlo Golia fotografía estatuas de jardín, enanitos y pitufos, que la incuria y el paso del tiempo han convertido en comunidades de pequeños sin techo. Una buena opción puede ser la construcción de mundos alternativos. Davide Bramante los plasma en fotografías de múltiples capas, que mezclan vistas de diversas ciudades en el mismo negativo, mientras que Roberto de Paolis utiliza la técnica de la larga exposición para retratar grupos de personas en imágenes superpuestas que evocan la realidad y su doble.
Una dicotomía que en la aproximación crítico-lúdica de Enrico T. De Paris, se materializa en los biolandscape lightbox, cajas de luz que encierran los panoramas futuros de las investigaciones biogenéticas, y en los micromundos suspendidos en bolas de cristal, donde diminutas figuras ponen en escena las contradicciones de la comedia de la vida, resumidas en un tête à tête entre el papa Ratzinger y Homer Simpson. Los mitos han muerto, vivan los mitos.
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