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Columna
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Ovejas muertas

Firme defensora como soy de los refranes populares y de las citas inteligentes, mantengo ante la cosa del G-20 una actitud contradictoria. Sí: "Reunión de pastores, oveja muerta". Y también: "Nunca me haría socio de un club que me tuviera como miembro", dijo Groucho Marx. Pero, ¿qué pensar cuando las ovejas están ya tan boqueantes que necesitan de la Megacumbre aunque sea un poco de aire? ¿Y cómo reaccionar cuando quien pretende distanciarse del club es Sarkozy? Los viejos esquemas no me sirven.

Por otro lado, no puedo evitar pensar en el gasto que tales efemérides conllevan: vestuario de primeras damas, coches blindados, personal de seguridad, chóferes, viajes, gasto de la preciada gasolina en aviones y otros servicios de transporte, cuchipandas... Los anti-todo-esto que se manifiestan en Londres, a su vez, sólo han conseguido algún jolgorio y que, a la City, los probos brookers y otros de su especie acudan al trabajo en tejanos y sudadera, quizá en chándal, para evitar que les arrojen tomates o cualquier otro fruto del comercio mundial en crisis y de la agricultura hecha cisco.

Maldición. ¿Qué puedo opinar, salvo que me irrita profundamente que comparen a nuestra Sonsoles con la señora Bruni, sobre todo considerando que ambas cultivan opuestos géneros, así en el canto como en la alcoba?

Después de mucho cogitar y mucho sopesar, sólo se me ocurre una idea. Y es que a estos sitios deberían invitar también, con voz y sobre todo con voto, a José Luis Sampedro. A él, y a los de su talento, conocimientos económicos y sensibilidad moral que moren en los 20 o así de países. Digo yo que seguro que existen, aunque no les veamos.

Es algo que me permitiría dormir mucho más tranquila mientras los pastorcillos departen acerca de nuestro futuro y el de, ah, sí, la Banca.

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