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Columna
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Eric Hoffer

¿Estamos en puertas de la aparición de grandes movilizaciones sociales? No parece muy arriesgado pensar que así será, porque se están reuniendo cada vez más los factores necesarios. Graves dificultades económicas, ausencia total de una explicación coherente que pueda tranquilizar las incertidumbres personales, medidas erráticas para solucionar lo que se desconoce, frustración generalizada y búsqueda de culpables por todos los rincones de la sociedad. La resultante es evidente, como se decía ayer en estas mismas páginas, alguien debería hacer algo. Y cuando ese alguien lo haga, aparecerán miles de seguidores.

Parece que la crisis está aumentando la lectura, sin duda en un intento desesperado de encontrar donde agarrarse. Puede que sea el momento de volver a leer a Eric Hoffer, ese peculiar estibador del puerto de San Francisco que también ordenaba y cargaba sus ideas en libros, y que acaba de traducirse en la Editorial Tecnos. Decía Hoffer que mientras los trabajadores vivían en un nivel de subsistencia, se veían y sentían como el pobre tradicional. Se sentían pobres en los buenos y en los malos tiempos. Las depresiones, aunque fueran graves, no se veían como aberraciones y atrocidades. Pero, añade Hoffer, con la amplia difusión de un alto nivel de vida, las depresiones y el desempleo suponen un nuevo aspecto. El trabajador actual del mundo occidental considera el desempleo como una degradación. Se ve a sí mismo desheredado y herido por un orden injusto, y deseando escuchar a los que reclaman un nuevo reparto.

Empiezan a ser muchos los que reclaman un nuevo reparto. Este último sábado se manifestaron miles de personas en Londres y en otras ciudades de Europa, la excusa era la reunión del G-20 pero se palpa claramente que ya no se necesitan justificaciones especiales. Sindicatos, grupos ecologistas, religiosos, trabajadores, familias, anticapitalistas, anarquistas, antiglobalización perdían sus identidades de grupo para fundirse en una sola muchedumbre que exige un nuevo reparto, empleo, justicia, prioridad de la gente sobre los negocios y que la crisis la paguen los ricos. Hay que tener mucho miedo a los cambios y aferrarse a las viejas ideas para no ver que todo esto es el comienzo de algo nuevo. La movilización está servida.

A nadie le gustan las épocas de movilizaciones por razones sobradamente conocidas, pero también son necesarias e inevitables. Los movimientos se inician por intelectuales, los hombres de palabras como decía Hoffer, los desarrollan los creyentes y fanáticos, y los consolidan los hombres de acción. Afirmaba también que es una ventaja para un movimiento, y quizá un requisito previo para su duración, que estos papeles sean desempeñados por diferentes hombres que se suceden entre sí cuando las condiciones lo requieren. En los momentos actuales de crisis habrá que estar atento a la aparición de esos nuevos papeles políticos, mientras se difuminan nuestros políticos actuales.

Ahora que celebramos la aparición de la teoría evolucionista, también podríamos recordar a Haldane, ese evolucionista y genetista británico, y marxista desencantado, que pensaba que los movimientos sociales eran una de las grandes innovaciones de la humanidad porque, aunque tenían muchos aspectos patológicos, también constituían un instrumento milagroso para salvar las sociedades y naciones de la muerte, una especie de instrumento de resurrección. Porque ahora ya es tarde para aquello de "virgencita, virgencita, que me quede como estoy".

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