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Tribuna:Economía global
Tribuna
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¿Enfermo alemán?

Una de las mayores sorpresas de los últimos meses ha sido el impacto que la crisis financiera ha tenido sobre la economía real en Alemania más que en ningún otro de los grandes países de la zona euro. Hasta el verano de 2008, muchos pensaban que la crisis afectaría más a EE UU que a Europa, y dentro de ésta más a los países endeudados y que basaron más su crecimiento en el sector inmobiliario.

Sin embargo, en el trimestre pasado la economía alemana cayó nada menos un 2,1% en tasas trimestrales, y para este trimestre esperamos que caiga otro 2,4% adicional, por encima de la gran mayoría de los países de la zona euro. Algunos analistas privados alemanes han publicado esta semana previsiones de crecimiento en extremo negativas para 2009, e incluso llegan noticias de que el propio Gobierno podría bajar sus previsiones desde el -2,25% hasta más allá del -4%.

La principal razón de estas revisiones radica en la evolución de las exportaciones. La economía alemana es muy abierta (con un ratio de exportaciones de bienes y servicios sobre PIB del 48%) y depende mucho de la demanda externa para crecer. En los últimos meses se ha producido un hundimiento espectacular del comercio mundial, que aún no se sabe hasta qué punto depende de una caída de la demanda global o de problemas de financiación del comercio exterior, pero que en cualquier caso está afectando a los países con mayor vocación exportadora, como Alemania y Japón. Por otro lado, la estructura exportadora alemana está más sesgada hacia bienes de inversión (sobre todo a países emergentes), cuya demanda es más volátil y cae más rápido en los periodos recesivos.

Durante años se ha abusado de una de esas metáforas algo desvaídas que utilizan los economistas -el "enfermo de Europa"- para referirse a una economía alemana que crecía poco. Fue un periodo de recuperación de competitividad para absorber, primero, los costes de la reunificación, y luego, la sobrevaluación del tipo de cambio real con la que entró en la zona euro.

Sin embargo, no parece que los problemas hoy sean una nueva manifestación de graves deficiencias estructurales. Las reformas del mercado de trabajo asociadas a la Agenda 2010 (lanzada a principios de esta década) han sido eficaces, y permitieron una rápida reducción de la tasa de desempleo a partir de 2005. La contención salarial permitió reequilibrar el tipo de cambio real, lo que ha hecho ganar cuotas de mercado exterior. Por otro lado, el endeudamiento de los agentes privados es relativamente bajo, y no ha habido excesos en el inmobiliario (de hecho, los precios reales de la vivienda han caído desde 1996). Hay problemas que limitarán el crecimiento a largo plazo -como una disminución de la población, una actitud poco abierta hacia la inmigración o problemas de competencia en varios sectores-, pero no hay motivo para pensar que el potencial de crecimiento de esta economía se haya debilitado. De hecho, es posible que la demanda de bienes de inversión desde los países emergentes vuelva a dispararse una vez que la economía global empiece a recuperarse, y permita a Alemania volver a crecer a tasas similares a las de 2006 y 2007.

Miguel Jiménez González-Anleo es economista jefe para Europa en el Servicio de Estudios de BBVA.

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