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Aralar consigue revolucionar a toda la izquierda 'abertzale'

La formación de Patxi Zabaleta se postula como "una necesidad social"

Mikel Ormazabal

El gran éxito de Aralar en las pasadas elecciones autonómicas, en las que alcanzó su cénit -yendo por separado- con 62.214 votos y cuatro parlamentarios, no terminó la noche del 1-M. Aquella jornada de vítores independentistas, puños en alto e ikurriñas al viento, plena de euforia, ha tenido un indudable efecto revitalizante en esta joven formación. "El 10% de los actuales afiliados se ha dado de alta en los diez días siguientes a las elecciones", afirma su vicecoordinador general, Jon Abril, quien dice desconocer la cifra exacta de militantes. Hay un claro antes y después del 1-M en este partido. Además del fortalecimiento interno, con los últimos resultados electorales Aralar ha conseguido asentar firmemente sus siglas en el País Vasco, Navarra y el País Vasco francés -donde está aliado con Abertzaleen Batasuna- a costa de debilitar a "la otra izquierda abertzale" que representan Batasuna y el mundo que no condena la violencia etarra.

Está presente en dos Parlamentos, dos Juntas y tiene casi cien concejales
Aralar no aceptará el envite de Otegi para impulsar un polo soberanista
El 10% de los militantes se ha afiliado en los días siguientes al 1-M
"En 2003, la gente huía de nosotros; en esta campaña nos pedían papeletas"
El partido atribuye parte de su éxito a la labor de Ezenarro en el Parlamento
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Aintzane Ezenarro, parlamentaria electa y la imagen más pública de Aralar, tiene muy claro cuál ha sido la clave del éxito: "Somos fruto de una necesidad social. Aralar no ha subido porque sea un producto que se vende bien". Las urnas han conseguido regenerar varios miles de votos antes en manos de Batasuna. La coalición que lidera Arnaldo Otegi ha visto caer su respaldo social en unos 53.000 votos con respecto a los conseguidos en 2005 por EHAK, mientras que Aralar ha aumentado sus apoyos en 34.000 sufragios en el mismo plazo.

El trasvase resulta muy visible en Navarra, donde la pérdida de peso de los radicales ha ido acompasada con el despegue de Aralar. El mismo fenómeno parece estar ocurriendo en Euskadi, aunque sus dirigentes prefieren negarlo en público. Patxi Zabaleta, coordinador general de la formación, prefiere atribuir la ganancia electoral a la capacidad seductora que Aralar ha ejercido en los jóvenes y los abstencionistas. Sin embargo, su número dos admite que los sectores menos politizados de Batasuna, "hartos de su vinculación con la violencia", han podido dar el paso y apostar por "la izquierda abertzale civil y política", como se autodefine ahora Aralar.

"Si Batasuna no da pasos por la pacificación ni rompe con ETA, su peso real en la sociedad va a ir descendiendo de forma continua", opina Abril. Aralar ha conseguido revolucionar a toda la izquierda abertzale, hasta el punto de causar una enorme preocupación en dirigentes históricos de ese mundo, como Tasio Erkizia o Rafael Díez Usabiaga, quien han tenido que admitir que el discurso pragmático de la joven formación está motivando fugas en sus filas.

"Son votos robados", afirmó otra histórica del abertzalismo radical, Itziar Aizpurua, muy enojada, la noche del 1-M en referencia al despegue de Aralar. "No hay ningún voto prestado. Son votantes que libremente han decidido dar la espalda a la violencia y quieren defender la independencia y las políticas de izquierda desde las instituciones, sin ninguna tutela de ETA", replica un dirigente de esta formación.

Más allá de la ganancia electoral, los dirigentes de Aralar conceden una importancia especial a la nueva imagen que de su formación se tiene en el seno de la sociedad vasca. En la campaña de 2003, recuerda un asesor del partido, "la gente huía de nosotros porque estábamos mal vistos". Eran los años en que la izquierda abertzale extremista consideraba a los simpatizantes de Aralar unos traidores. Sus sedes eran atacadas por los grupos de la kale borroka y sus dirigentes, amenazados con pintadas. En la pasada campaña, en cambio, "la gente se acercaba a charlar y nos pedían papeletas".

Es significativo que durante su noche electoral, celebrada hasta altas horas de la madrugada en un hotel donostiarra, varios representantes del PNV, el PSE y EB decidieran sumarse a la fiesta. El cambio ha sido tal que las visitas a su página en Internet (www.aralar.net) se han multiplicado exponencialmente. El 1-M, su web se bloqueó ante el aluvión de accesos: más de 10.000 en apenas media hora, recuerda Abril. Ni siquiera pudieron colgar una nota de agradecimiento a sus votantes. A la mañana siguiente, se contabilizaron 15.000 visitas, cuando hasta entonces apenas se quedaban en 1.000 o 1.200 por término medio. Tras las elecciones, el número de afiliados se ha disparado, sobre todo con "mucha gente joven", abunda Abril. "Somos un partido con futuro", apostilla.

Ezenarro, quien gana amigos en la red social Facebook casi en la misma proporción, considera que el secreto de la formación también radica en su acierto en el discurso: "Hemos explicado de forma muy nítida para qué queríamos los votos. Y no les vamos a defraudar". Gracias a Aralar se han destapado las irregularidades en el Museo Balenciaga de Getaria o el cobro de cesantías por los diputados del equipo de Joxe Joan González de Txabarri, el anterior diputado general guipuzcoano. Ahora está tratando de sacar a la luz el uso que hacen los cargos públicos de las visas institucionales.

Abril cree que buena parte del éxito electoral habría que apuntarla en el haber de la labor parlamentaria de Ezenarro en la pasada legislatura, en la que "se ganó el prestigio social y un respeto entre la clase política". Con sus iniciativas a favor del euskera en la educación, por la mejora de las prestaciones sociales o la defensa de la soberanía vasca, Aralar se ha hecho con un argumentario que hasta ahora parecía exclusivo de los independentistas radicales. "Somos la nueva izquierda abertzale", repite la parlamentaria, sin ataduras de ningún tipo.

La presión que está ejerciendo sobre la otra, la que no condena a ETA, que ahora pretende liderar de nuevo Arnaldo Otegi, está convulsionando todo el espacio sociológico que copaban los radicales. "Batasuna ha trabajado mucho la cuestión identitaria, el abertzalismo, el concepto de nación, pero ha descuidado las políticas sociales, la sanidad, las políticas laborales", advierte el vicecoordinador de Aralar. Casualmente, en su última aparición pública del pasado lunes -la primera tras las elecciones-, Otegi citó a "los trabajadores" cuando afirmó, ya al final de su intervención, que había que colocarles "en el centro de las políticas sociales y económicas de Euskadi".

Aralar tampoco va a aceptar el envite lanzado por Batasuna de impulsar un polo soberanista, algo semejante a lo que se fraguó en el pacto de Lizarra. Zabaleta ya ha dejado claro que cualquier entendimiento o pacto con Batasuna -no se niega a entablar conversaciones- está supeditado a su nítido desmarque de la violencia de ETA.

Siete años en la arena como partido

Aralar decidió en septiembre de 2001 convertirse en partido político tras permanecer unos meses como una corriente de opinión crítica dentro de la coalición Euskal Herritarrok. Resolvió escindirse en una reunión celebrada en Alsasua (Navarra), la misma localidad en que nació Herri Batasuna en 1979, donde sus promotores acordaron renunciar a sumarse a la creación de Batasuna. Tras aquella decisión estuvieron una treintena de cargos públicos y ex dirigentes navarros de la formación independentista, entre los que se encontraban el abogado Patxi Zabaleta, histórico cofundador de HB, Iñaki Aldekoa o Julen Madariaga, uno de los fundadores de ETA en los años cincuenta.

El lanzamiento de Aralar a la arena política perseguía tres objetivos principales: dar primacía a la acción política, favorecer la participación institucional de la izquierda independentista en los parlamentos vasco y navarro y exigir a ETA que deje las armas. Sus impulsores defendían que en aquellas circunstancias la lucha armada había dejado de tener legitimidad y constituía "una intromisión intolerable" en el ámbito de actuación de la izquierda soberanista.

El partido Aralar se fundó en 2002 y concurrió por primera vez a unas elecciones en las municipales, forales y autonómicas navarras del año siguiente. Logró cuatro parlamentarios en Navarra y un representante en las Juntas de Guipúzcoa, la única provincia vasca donde alcanzó cierta notoriedad.

Seis años después, Aralar cuenta con cinco representantes en la Cámara navarra, cuatro electos en el Parlamento de Vitoria, dos junteros en Guipúzcoa y otro en Álava. Suyas son las alcaldías de Aretxabaleta, Elgeta, Zaldibia y Asparrena, y las navarras de Zizur Mayor, Irurtzun y Berriozar. En total, suma un centenar de concejales (50 en Navarra, 30 en Guipúzcoa, 14 en Vizcaya y cinco en Álava).

Gobierna con el PNV en la Diputación alavesa, donde gestiona la cartera de Juventud y Promoción Social, y con los socialistas en el Ayuntamiento de San Sebastián, donde su única concejal gestiona el área de Euskera.

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Sobre la firma

Mikel Ormazabal
Corresponsal de EL PAÍS en el País Vasco, tarea que viene desempeñando durante los últimos 25 años. Se ocupa de la información sobre la actualidad política, económica y cultural vasca. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Navarra en 1988. Comenzó su carrera profesional en Radiocadena Española y el diario Deia. Vive en San Sebastián.

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