El mundo al revés
Les confieso que soy un amante de los conceptos clásicos del fútbol, de aquéllos que han ayudado a definir puestos y posiciones a lo largo del tiempo. Creo que mi formación en el Athletic me hizo ver estas cosas del fútbol desde el prisma más clásico y, tal vez, es eso lo que me crea cierto desconcierto en este fútbol de hoy en día.
Por ponerles un ejemplo para que vean de qué hablo, me he fijado en la indumentaria de los porteros. Por cierto, aprovecho para acercarles un momento de homenaje íntimo con ocasión del partido de vuelta de la Copa entre el Athletic y el Sevilla. Hacía pocos días que Iribar había celebrado su 64 cumpleaños y Gorka Iraizoz saltó a San Mamés vestido de negro total, con sus botas y guantes personalizados con la fecha de su nacimiento. No fue un acto de marketing. Fue un gesto de homenaje íntimo y sincero que, me consta, ha hecho feliz al destinatario. Les decía que, tras fijarme en varios porteros, he descubierto alguna discrepancia con el modelo clásico. Hace años, los porteros vestíamos, por debajo de nuestro inmaculado jersey de manga larga una camiseta de manga corta que ayudaba a mantener el cuerpo caliente y nos protegía del roce del terreno de juego al lanzarnos al suelo. Hoy, el asunto ha cambiado radicalmente, ya que la mayor parte de los guardametas visten con manga corta y cubren su cuerpo con una camiseta interior de manga larga.
No deja de chocarme ver a los guardametas contagiarse de lo menos luminoso del fútbol para simular una falta
Les confieso que se me hace raro ver a un portero en manga corta. Todo viene del impacto que me causó ver a Fabien Barthez salir de esa guisa en el partido de inauguración del estadio de Saint Denis (Francia, 1; España, 0, en enero de 1998, con un gol de Zidane). Y se preguntarán qué había de extraño para impactarme de forma tan contundente. Miren, en aquel túnel de salida al campo debía de hacer unos 10 grados bajo cero y éste que firma se había pertrechado con pantalón largo, camiseta térmica y demás artilugios para combatir el frío cuando, de pronto, apareció junto a mí Barthez en pantalón corto, manga corta y pelado al cero. Me derrotó antes de empezar.
Es posible que aquella imagen sea la que no me deje mirar con naturalidad a esos porteros vestidos como si fueran jugadores. O tal vez es este nuevo fútbol el que empieza a crear sus propias leyendas e historias, su propio estilo, aunque un repaso a la Premier League me permite seguir disfrutando de los goalkeepers (porteros) vestidos de porteros.
Les decía que cada época tiene sus estilos, pero no deja de chocarme cuando veo a los defensas simulando haber recibido una falta, revolcándose en el suelo, agitando su brazo para pedir la tarjeta para su rival, o cuando observo que los porteros se contagian de lo menos luminoso del fútbol para simular ser objeto de las peores acciones como uno más de los jugadores de campo buscando el engaño al árbitro.
Me dirán que soy un iluso, pero hay cosas que me siguen haciendo daño a la vista. Mi consuelo es pensar que ha sido una acción aislada (en alusión a la sucedida entre Yeste y Casillas en el Athletic-Real Madrid), un día perdido en la inmensidad de la Liga. No sea que el fantasma de Barthez se me vuelva a aparecer.
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