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Medio centenar de actores recrean la batalla final de la Reconquista de Vigo

A 200 años de distancia, la pesadilla de una guerra se recuerda con vistosos uniformes y trajes de época, caballos engalanados, armas lustrosas y mucha pólvora. El humo y el intenso olor de las detonaciones invadieron ayer el paseo de As Avenidas y las inmediaciones de la Estación Marítima, convertidas por un día en el escenario de la batalla final de la Reconquista de Vigo. Una contienda en la que el ejército español y las milicias populares gallegas se llevaron la victoria y lo que entonces era un pueblo se ganó el título de ciudad.

A diferencia de la recreación que cada 28 de marzo organizan los vecinos del Casco Vello, y que este año pondrá fin a los actos del bicentenario, la dramatización de ayer por la tarde estuvo a cargo de 60 actores miembros de colectivos de Vigo, A Coruña, Ferrol, Asturias, León, Madrid y Jaén, todos de la Asociación Napoleónica Española y dedicados a este tipo de espectáculos.

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Vigo revive la batalla final de la Reconquista

Estos meses, con motivo del bicentenario de la Guerra de la Independencia, les reclaman desde todas partes, "para hacer historia con objetos en lugar de libros", dice Arsenio García, presidente de la Asociación Histórico-Cultural Voluntarios de León. Historiador de profesión y experto en la ocupación francesa, García sostiene que los seis meses que duró la guerra en Galicia fueron un infierno para el ejército napoleónico: "No sólo se enfrentaron a un ejército, sino a un pueblo entero y a una orografía que les impidió hacer su guerra moderna". Su atuendo llama la atención de los paseantes y ellos se detienen a explicar que sus telas y patrones son un calco de las que empleaban las tropas de Fernando VII, al igual que sus armas, que disparan pólvora. Con la misma fidelidad histórica aparecen los húsares y dragones de la caballería imperial y dos cañones que anticipan un estruendo formidable. Las sospechas se confirman. Cada cañonazo dispara un coro de lloros infantiles y estremece a casi todos. Hasta los taxistas, en la parada, se llevan las manos a la cabeza: "Con todo el centro furado para hacer aparcamientos, pensábamos que se venía todo abajo".

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